Comenzó la bonita epopeya de realizar el recorrido de la reformada Vuelta al Concejo sin apoyo logístico externo, con 15 minutos de retraso sobre el horario previsto, entre otras cosas porque esperamos a algunos que se había comprometido a venir y finalmente no aparecieron. Para empezar con variaciones, los doce asistentes no dimos la vuelta prevista al velódromo, porque estaba cerrado por obras (la verdad es que no nos dimos cuenta de que había que hacerla).
El comienzo de la ruta transcurrió sin problemas, debido principalmente porque se rodó por asfalto, con poco suelo rabioso, hasta que acometimos la bajada a La Ñora, con su posterior subida al campo de golf de la Llorea. Disfrutamos de unas pistas poco castigadas por el barro, aunque uno de los nuestros aprovechó una de las bañeras del viscoso elemento para aplicarle las propiedades terapéuticas a su zapatilla izquierda: gratificantes chascarrillos salieron de tal acto. En el aparcamiento del campo de golf, (el deporte ese de darle con un palitroque a una bola y meterla en un agujero, casi, casi como en las canicas) a las 10:15, apareció otro de los nuestros, que se convirtió en el Guerrero Número 13, un árabe entre tantos vikingos.
Continuamos ruta hasta el Curbiellu para llegar a las 10:45, donde se hicieron tres grupos: el primero, de un solo miembro, que bajó por carretera para que le diese tiempo a lavar el zapato que había embadurnado de barro. El segundo, compuesto de tres pelayos y tres bikers de Laviana que nos acompañaban (un afectuoso saludo), bajamos por la pista del Garrapiellu, como estaba previsto, descubriendo que estaba mucho más ciclable que en anteriores ocasiones y, por lo tanto, más prestosa. Y el tercer grupo y más numeroso, que bajó por una pista que hay “más allá” (seguro que tiene nombre, pero ahora mismo ni me acuerdo), porque tiene menos barro, es más segura y más rápida; aquí se produjo el primer incidente de la marcha, con una caída en el hormigón (siempre se cae alguien, esto del hormigón tiene más peligro que las caleyas pedregosas), que provocó un pequeño retraso que permitió que llegásemos antes los de la senda del Garrapiellu.
Reunificados, acometimos la parte más dura del recorrido, con la subida a la Cordal de Peón desde Candanal, por una pista, de hormigón mayormente, que nos dejó ya tocados para el resto de la marcha a los más débiles del grupo. Una vez arriba, a las 12:10, unos charquitos de ná y luego el típico recorrido por la cordal, donde se produjeron dos nuevos incidentes de la ruta: un compi tuvo que parar a quitarse los calzoncillos… (no se dan explicaciones, el que quiera morbo que vea la tele por la tarde) y otro estuvo a punto de ser arrollado por un corzo. Una vez en La Fumarea (13:15 horas), perdimos a un miembro, al que su condición de papá reciente le obligó a acortar la ruta.
Subimos al Fario, cada uno a nuestro ritmo (yo llevo reggae, lentito), para coronar en 20 minutos. Los compañeros de Laviana abandonaron en dirección a Deva, aduciendo que no estaban preparados para sufrir el resto de la ruta (y los demás tampoco, pero somos más cabezones que Rompetechos). Entonces, llevados por la costumbre, la inercia o como quiera que se llame, tomamos un camino diferente al estipulado en el track del GPS, cuando en realidad deberíamos haber subido el Cerro Gavio para bajar por el sendero del bosque. En cualquier caso, descubrimos que el estado de la pista había mejorado respecto a anteriores recorridos (por ejemplo, ya se derritió el hielo). En dirección a la Collada, esta vez sí nos dimos cuenta del cambio y cogimos la ruta marcada y no la habitual.
Un poco de aceite en las cadenas y comenzamos la subida al Picu el Sol, donde se produjo el tercero de los incidentes: una cadena que se desengancha, un cambio que se mete entre los radios y una patilla de cambio que se va a hacer gárgaras; suerte que uno es previsor y va cargando con una patilla de repuesto que, con la combinación de la herramienta adecuada y muchos mecánicos oficiales en el grupo, no perdimos más de 10 minutos en la reparación. Mientras tanto, algunos aprovecharon para nutrirse. Continuamos, y a las 15:20 llegamos a Las Cabañas, donde decidimos comer y debatir el resto de la ruta: cuatro de los miembros decidieron retirarse por diversos motivos, aunque el cansancio era la excusa generalizada entre la mayoría; los cinco supervivientes retomamos la ruta a las 15:50 y nos saltamos el tramo que nos hacía bajar, luego subir al picu El Sol, bajarlo y volver a subir, cosa que acortamos en llano (casi) y por carretera con lo que nos ahorramos más de media hora de recorrido.
En la bajada a La Peral tuvimos un nuevo despiste y no encontramos la pista, sendero o lo que sea de bajada, aunque la línea del track no ayudó mucho en esta ocasión, debido a su simplicidad. En esta parte del recorrido comenzaron las dudas gordas, ya que ninguno de los participantes conocíamos el recorrido concreto, lo que nos provocó más de una duda y vuelta atrás, en la zona de Varé o el Forcón.
Tras muchos dolores y continuos sube-y-baja, nos plantamos en Carbaínos, a las 17:50. Aquí, engañados nuevamente por la simplicidad del track, tomamos una pista equivocada y, cuando nos dimos cuenta, ya habíamos bajado por una pendiente muy fuerte que daba miedo, a estas alturas, volver a subir. Consultamos el reloj, testeamos las patas, y vimos que era un buen momento para finalizar el recorrido oficial, aunque aún nos quedaba llegar a Gijón 50 minutos después, lo cual tampoco fue un camino de rosas, pero eso es otra historia.
1 comentario:
hola btt pelayo, soy el hijo de juanjo y abía entrado en el blog para verlo y cuando vi lo que había que hacer para escribir un comentario lo y hice entre por que le quería dar una sorpresa a mi padre y mire donde terminaba la carrera y cuando.
SALUDOS:Jorge
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