viernes, 27 de diciembre de 2019

PEÑAMAYOR Y SUS RAMPAS

Es la bicicleta de montaña una disciplina…drástica, extrema…radicâl…(poner eco en la entonación que da más miedo…) donde las rampas son escaladas y los descensos, precipicios homicidas. 
Donde se exige lo máximo a cada componente mecánico que sufre, chilla y se retuerce como si tuviera vida propia. Donde cada individuo se encuentra a si mismo…bueno o encuentra a otro si se pierde…
Si a la dureza, de por sí, de esta práctica  implacable, se le suma un guía en un estado de euforia exultante, que lo mismo te canta una jota que te avocera como un pastor alpino, a lomos de una montura que rivaliza en peso con las cometas de hilo fino, tenemos los sujetos necesarios para la tragedia…Ay…
Y fue esa ruta, la del sábado pasado, la marmita ideal para mezclar  bien todos esos  ingredientes, a fuego vivo de soplete oxiacetilénico, ablandando las carnes y dejándolas bien sueltas para la siguiente cocción…
Comenzaba la debacle en el pueblo de El Condado, a donde llegábamos en estilo un poco anárquico, lo habitual, vaya, cada uno por cuenta. La cordada montañera estaría formada por el ya célebre Marín, acompañado de su lugarteniente Blas; la pareja de hecho, que no de derecho, Yoli y Barquín; el dúo capaz y preparado Josmar y Modesto y los tranquilos Lalo y Mancha. Al inicio de la rampa llegaba Jandrín, de una tirada desde Gijón, que le parecía poca ropa la ruta y se temía la presencia de Junco y Ramón, que ciclaban desde La Pola.
Ya al principio el risco  exhibía su poderío; con pendientes del 18% para calentar las piernas, la línea se estiraba como una goma de tirachinas y cada uno se colocaba en su lugar. 
Adelante se iban los Pepe, Modesto, Yoli y Manu, en terreno intermedia se situaban Josmar y Jandrín y esperando los refuerzos aguantaban en retaguardia Lalo y Mancha.  Blas, hombre atrevido donde los haya, quemaba watios como si no hubiera un mañana, (el pillin portaba segunda bateria de repuesto en la abultada).
Pasados unos kilómetros, (pocos a mi parecer, que aquello duraba más que un martillo en manteca…) las tropas de zaga sintieron un viento que ascendía de los bajíos del valle, pero ni viento ni brisa ni naa…Eran Junco y Ramón que ascendían por la cuesta a ritmo de entreno
dominical, superando las peñas como si fuera asfalto…llano…intenté subirme a su rebufo pero era como asomarse a un huracan...casi vuelo por el bardial.
El camino trepaba en esos momentos duros, parejo al arroyuelo Riesco del Monte, y siempre a la sombra de la Sierra de Peñamayor. 
Unas pedaladas después, la senda se retuerce, agonica, (como este menda) sobre sí misma unas cuantas veces y cambiamos de vertiente. 
Marín, el de la cometa rosa, se deja caer a posiciones traseras a saludar, pero el saludo dura poco, se levanta aire y el maño levanta vuelo como una alondra hueca.
También visita la zona Modesto, cuyo entrenamiento desconocemos y añoramos, pero poco dura el encuentro, que se despeja la zona.
A estas alturas,  Ramón y Junco ya están tocando el Collado de Breza;  a corta distancia llegan Jandrín, Yoli y Barquin; y a grupeta suelta,  irán tomando cima el resto: El preparado Josmar, Pepe y Modesto y Lalo, que esprinta. El poderoso Blas, cuya batería se parece a una naranja seca, reposa en la caseta desde haca ya algún tiempo. 
Mancha, que se ha retrasado unos doscientos metros, durante un descanso, da una pedalada seca y enreda la cadena en los piñones (más que pedalada aquello fue una coz!)
Hizo falta desmontar rueda, cadena y media mochila para poder acceder a la lazada. Y ni con esas…Al final, un buen tirón, de los de toda la vida y el apoyo de media docena de Santos y beatas, convocados por el forzudo, lograron deshacer el entuerto (-“Y ahora a subir…macagoên tooo…”). Mientras tanto, el resto del pelotón reposaba en una de las cabañas del Alto, con cervezas, chimenea y charleta de su propietario. 
Por supuesto, nada más llegar el del nudo, se emprendió la marcha….nada de descansar…a ver si me iba a enfriar…perros….
A partir del collado, la ruta entraba en una fase vacilante, las trazas se pierden (…y las que había se las comieron los jabalises…) y no queda más remedio que llevar a las jumentas por el ramal; se cruza un bosque en descenso y cuesta encontrar la senda. 
La topábamos, por fin, en el Collado Coballo, en donde ya estaban los Junco y Ramón, afortunados ellos al escoger una vereda más elevada. 
Al resto nos tocó trepar por una pradería húmeda y pegajosa, de escandalosa pendiente..
 Llegados allí, las cosas se facilitaban y en un santiamén nos situábamos en Les Praeres, donde disfrutar de un buen descanso; algunos escogían bocata lomo y otros tirábamos de suministros propios. 
Blas, aprovechando un descuido, sustituía la batería agotada por otra nueva. 
Estaba concurrido el local, eran fechas de Belenes de montaña (no como nosotros, que acabaremos subiendo en verano…) y varios grupos aprovechaban la racha de buen tiempo. Y el asfaltado de la carretera también ayuda, claro, ahora sube cualquiera.

Bueno, al lío; Después del merecido descanso, (sobre todo para Barquín , que el probe sufre lo
indecible para mantenerse…delante!!!), dimos en salir rápido, cogiendo carrerilla para ascender la rampa de Fayacaba…(Madre del Amor Hermoso!!!hacen falta cuatro patas para subir aquello…)
¡mechachis, que inclinación!!!.
Una vez superada la misma, Modesto, hombre tranquilo y reposado, echaba en falta la mochila; el bocadillo no, que ya lo había comido…y para abajo que se fue (con la cantidad de mochilas que hay en las tiendas, por Dios!!!…). 
El profesor, habil descendedor , y mejor escalador, volvería a las filas de la agrupación en pocos minutos…dando lugar a preguntas
incómodas…¿Cuándo entrenas?..¿quién te ha subido?...¿donde tienes el motor???...¿que hago yo aquí?, y lindezas por el estilo.
Fue justamente durante la espera del docente, cuando el nervioso Lalo, decidía reducir peso a su equipación, desprendiéndose de la suela de una de sus zapatillas, y es que algunos, en su afán por subir mejor…no saben que hacer…
A estas alturas ya habíamos perdido a Junco, que aburrido de nosotros o con prisas maritales, había fugado a La Pola. 
Solo restaba ya pasar por Campa Gues y Campa Fresneu para dejarse caer ¡por fin!, hacia Muñera. Como viene siendo habitual en las rutas de esta Casa, nada es tan fácil como parece, y un otrora apacible descenso se había convertido en una seudo trialera pringada y resbaladiza  que ocasionaba algún susto que otro. 
Pero llegamos, sucios y embarrados, pero llegamos al fin. 
Lo que resta suena a conocido, recogida de monturas y ropales sucios; adecentado, en lo posible, de los cuerpos serranos, despedida a la suela de la zapatilla de Lalo y al Mesón a brindar por la ruta. Ramón, que se había quedado con ganas (no se de qué!!!...) continuaría ruta por el Valle de Ribota y Jandrín, otro que canta, volvería por carretera, dando un rodeo….vamos que no queda uno sano. 
Las cervezas estaban estupendas, y yo que andaba un poco destemplado, me colé un caldo de marisco cuyo recuerdo, todavía, me hace saltar las lágrimas...Ayyyy....

Resumiendo una ruta excelente, con unos compañeros magníficos….en la lejanía;  lástima de la ausencia de rampas, asin  no avanzamos en el entrenamiento…que no dais un palo al agua…