jueves, 15 de mayo de 2014

1101 PEREGRINOS 2014

Corría el año 1970 o 71, que más da, y tenía yo un profesor de primaria, en aquellos tiempos gloriosos de la EGB, serio y riguroso como correspondía a la época, de nombre don Felipe, y cuyos nudillos de acero atemorizaban al más bragado de los alumnos. 
Poseía este hombre (aparte de una muñeca rápida y certera, caramba!) una afinidad tal por los “roscos” que rayaba en la obsesión: daba igual que te esforzaras, que llegaras temprano, que le dejaras los deberes pulcros y ordenados encima de su mesa…, al final mochileabas para casa dos o tres ceros…por no hacer el rabito a las letras, por no formar en fila recta, por reírte del vecino…etc, etc. 
Claro está, que además del redondo guarismo, también te llevabas un par de buenos coscorrones nudillares en la cabeza…creo que todavía me duelen.
El caso es que el hombre pasó a mejor vida hace ya unos cuantos años y andará, a sus anchas, repartiendo collejas por esos mundos espirituales. 
Y cuento todo esto, porque estoy seguro de que su espíritu se ha reencarnado…si es que no tengo ninguna duda…sigue castigándome con sus “roscos” cuarenta años después….está aquí, ¿no lo veis?...si, si, es el cuentakilómetros, creerme, da igual que me esfuerce, que cambie de trazada, que me tome un gel, que mendigue agua por el camino…los ceros me acompañan toda la subida de Orellan…si hasta puedo oír su fuerte voz dictándome las reglas…¡Ay!, ¡Uy!..
Una hora llevo aguantando este suplicio en soledad, sin nadie con quien compartir mi angustia. Ya hace tiempo que los aventajados Antonio, Fabián…¡¡Fabiaannn!!, Saúl y Adrián han coronado la cima, ya rematada hace un rato por René y Roberto, a pesar de la cadena de chicle de este último. 
En medio de estos dos grupos caracolea el nervioso Lalo, novato en estas lides y por detrás sufren
también lo suyo Nando, Garrido y el bronquiolítico Zárate, cuyas toses espantan a los pájaros de la zona.
Es este ascenso largo, muy largo, ríete tú de los otros…casi 16 kilómetros de rampa soleada y pedregosa exceptuando un pequeño descanso en el pueblo de Yeres, donde nos vimos por última vez.
Atrás han quedado el “sencillo” repecho a la cantera de San Pedro de Trones, y su fugaz descenso por una senda rápida y estrecha que  saca las sonrisas de las fuerzas pelayas, que ven como se apartan el resto de corredores a su paso. Solo un cortado al final de la trialera, imposible de trazar, obliga a echar el pie a tierra durante diez metros de caída vertical.