domingo, 7 de diciembre de 2008

Belén de cumbres 2008

De todo, menos buen tiempo


Que nos gusta pasarlo bien, no hace falta decirlo, pero de todas formas lo decimos: nos gusta pasarlo bien.

Este sábado 8 de diciembre amaneció como amaneció. No amenazaba lluvia, sino que llovía, directamente. Y como llevábamos dos años cascando la ruta por culpa del mal tiempo, esta vez nos henchimos de coraje, nos pusimos unas cuantas capas, y bajamos al lugar de reunión, dándole vueltas a la cabeza: ¿habrá bajado alguien más?, ¿seré el único "chiflao"?, ¿por qué los peatones me señalan con el dedo y se ríen?.

Total, que todos los miedos se disiparon cuando empezamos a llegar poco a poco, como con cuentagotas, hasta 14 intrépidos ciclistas, cargados con todo tipo de artículos navideños: turrón, bombones, cascarujas, sidra (achampanada), cava (¿achampanado?), vino... Y como las cosas que abultan también pesan, contamos con la inestimable colaboración de un coche de apoyo, que se hizo cargo del porteo. Entonces apoyo y sus colaboradores partieron para preparar la zona y tener la calefacción preparada para cuando llegásemos. Y bien colocadito el belén, y la libreta de firmas, para que los viandantes y "biciclantes" puedan dejar, como es evidente, su firma.

De la subida poco hay que decir, ya que fue toda hacia arriba, regada con una agradable lluvia de primera categoría, fresca, limpia y sobre todo, húmeda. Pero nada fue capaz de detenernos, ya que dar la vuelta significaba, aparte de una derrota, quedarnos sin guateque campero. Y llegamos entre los aplausos del comité de bienvenida, mientras el tiempo climatológico nos daba una pausa y apagaba la lluvia, para poder brindar y hacernos unas fotos. Vasos (de plástico) en una mano, turrón o mazapán en la otra, los dedos de los pies apretaditos para combatir el frío, la niebla comenzó a envolvernos; acabamos con lo que pudimos con la moderación que nos caracteriza, tomamos de nuevo las monturas, y nos lanzamos cuales centauros de la tormenta al bar mas próximo, donde dimos cuenta de un caldo caliente con el que recuperar la temperatura, interna y externa.

Finalmente la despedida, abrazos afectuosos, alguna que otra lagrimita ¿o era que pingaba el moco por el frío? y cada uno para su casa, que había que coger fuerzas para la cena de esa noche. Pero eso es otra historia de lucha y superación, y no puede ser contada con palabras.