viernes, 30 de noviembre de 2012

¡¡CH'ÉÉH BÍKÁ 'ÁDEIT'IID!!

(¡¡QUE NO LOS PILLAMOS!!!)

El chillido del águila ratonera (Atsá yázhi) resonó en el valle, rebotando entre los farallones que lo cercaban por los costados. El otoño avanzaba y, aunque los árboles todavía mantenían las hojas en su sitio, empezaba a ser difícil conseguir comida fresca.
Abajo, entretanto, en la llanura entre el río y la ladera, un numeroso grupo de jinetes se mantenía a la espera; unos metros por delante de ellos, el líder aguardaba la decisión del rastreador, que, arrodillado en la hierba, tanteaba con su mano en busca de huellas….
El jefe, de edad mas que madura, recio y circunspecto como su cargo demandaba, acució al batidor, (atentos, que va…letra a letra…):
-“Díkwínokt’é lá ‘iih wohjee?, que en idioma navajo quiere decir...¿cuantos son?; el rastreador, Tasunka P’áábhlo, joven y fiero guerrero, soltero aún pero bravo de genio como puma enloquecido y conocido por escalpelar con frecuencia, respondió veloz, abriendo la palma de la mano:
-“ ‘Ashdla’ bilagáana yá’at’ééh lá líí’ bee, Tatanka…” -  que siguiendo con la traducción, quiere decir algo así como…-“cinco hombres blancos, en rápidos caballos…Gran Jefe.”-.
Tatanka Yó’Fonso, pues así llamaban al jefe, lanzó su mirada en dirección al resto de sus hombres, (sin verlos, que era corto de vista…): veintena corta de enhiestos pieles rojas sobre sus bridones, bien pertrechados de atuendos tribales, y con fuerte y destemplada voz gritó: -“Bilagáana Kóó díí yish ál”, (dicho lo cual tosió un par de veces…). Al momento, dos fornidos guerreros con sus tatuajes primitivos, y sujetando sus caballerías del ramal, acercaron al prisionero: hombre de piel pálida y corto cabello gris, que lucía unos vistosos decorados sobre sus prendas…Tatanka observó al hombre con fijeza, acercando su rostro al del pálido, tan cerca que su nariz se arrugó al percibir los efluvios etílicos del mestizo
-“Ddaasha’ yinílye?”-, (¿tu como llamar??)el aludido, que entendía un poco del indígena costero, después de tragar saliva y bizquear un poco respondió con la voz cascada por la bebida y las malas compañías…
-“Pat Ruben”…
-“Bilagaána hásgóó lénihi’£”- (¿Hombres blancos a donde ir?...-) 
-“…hacia la diligencia… íbamos a coger la diligencia de las 17:30…”-respondió asustado el ceniciento.  
Gran Jefe Tatanka asintió, era lo que sospechaba después de la veloz huida de los rostros pálidos. Volviendo la cabeza hacía el resto de su tribu, levantó la lanza y al instante un par de feroces ojeadores salieron al galope en dirección Sur, golpeándose con sus monturas a la par que cabalgaban. 
Mientras el resto de hombres inició la marcha, lenta pero constante, por la suave llanura ondulada, el anciano jefe, cuya dura vida en las llanuras habíale conferido cierto aspecto redondeado, buscó acomodo sobre su yegua, y aguardó al resto del grupo mientras contemplaba a sus belicosos integrantes: Ahora pasaban Horakus Jack y Tufierro Veloz, de su misma tribu, los Pies Negros, el primero sobre una jaca mas grande de lo habitual; detrás seguía un numeroso grupo de veteranos Mescaleros, entre los que intuía a Yosit’u Zarate, Witko Pucho, Mathoshita Marguerido, Satanta Cade'n’as y los hermanos de Tipi Quana Acedo y Parker Pepe, este último protegiendo al joven navajo Kom’anda Dié’Gho
Cerraban la marcha, ya en la retaguardia, el chamán del grupo Yastoy’aky Paul y su despiadado lugarteniente Yoke’ago’aky JhonBlas, acompañados del neófito El’ á 'dio de la tribu de los Algonquinos, y por delante entre nubes de polvo y salvajes alaridos, desaparecían ya los temerarios Cherokees Aatasista Mul’e y Thecumseh Aív' an
Retorció otra vez el caudillo sus posaderas que ya le dolían mas de lo habitual, aclimatadas como estaban a las llanas praderías, y no a aquellas montañas, y, con lento cabalgar, retomó la ruta. 
Hacía ya algunas millas que habían perdido a los renegados; fue en la posta de Ventaniella donde, aprovechando uno de los numerosos descansos que hizo el grupo, los reos pusieron pies en polvorosa y desaparecieron de la vista. El descenso posterior, pedregoso y retorcido como serpiente dormida...     (T£’iish díí bikáá’…) depositó al numeroso grupo en las verdes praderas del Valle Valdosín, de espaldas a Peña Pileñes. Es aquella un zona calma, de suave hierba, protegida por el baluarte peñoso de El Castillo, que evita los vientos Orientales, y aprovechada por los pastores para alimentar sus rebaños. 
Poco hubo de descanso allí, pues el eficaz rastreador, localizaba las huellas de los prófugos, que seguían corriendo en dirección al solitario pueblo de La Uña. El camino serpenteaba en dirección Shddi'dáh dooha'a'aah bita'gi (sureste señores...), acompañando al recién nacido arroyo Estula en su caída hacia el poblado leonés, en un tramo rápido que se hizo casi al galope. Una vez en la aldea, e inspeccionada esta en busca de los montaraces astures, a los que no se capturó por poco, pues ya subían por las alturas de Fonfría, Tatanka consintió que sus guerreros reposaran y tomaran un ligero refrigerio que les permitiera seguir la persecución, a la vez que asaltaban al inocente panadero que llegaba en aquellos momentos: -“Hastíín báá, dáánaakigo shaa dííní£, Dikwíí bááh ‘ílí? ”, (que expresa “dame pan o muere, y cóbrame, anda”, mas o menos, también dice algo de sembrar alfalfa, pero es que el navajo es muy ambiguo…)…  
Pero pronto se hizo evidente el retraso acumulado y se reanudó la marcha, lo que motivó algún griterío desaforado por parte de los oteadores Mul’e y Aív' an, que merodeaban por el Colmado acechando a su joven y dotada dependienta. 
La ruta ascendía ahora hacia Náhookos dóó e'e'aah bita'gi... (El Noreste..anda que..para tener prisa...), entre el río Carcedo y su sierra, en dirección al temible Paso de la Fonfría, lugar de extremos contrastes; pero con medio trecho recorrido, el Jefe optó por dar descanso de nuevo a sus hombres mientras que él se aventuraba en solitario hacia la temida cumbre. Fue el momento que las huestes aprovecharon para bautizar al alevín Die’Gho en los misterios del Sagrado Termo, a los que el mozo se acogió de buen grado. Por arriba en las alturas, Tatanka hacía cima y esperaba al resto de la tribu que no tardaría en llegar, para asediar la Misión de Arcenorio, lugar sagrado entre los indígenas de la zona. El batidor, hombre peligroso en extremo, pero cauto y acechante como castor en celo, acudió rápido ante el jefe:-“T’áá baa ‘ahólyá, kodóó ‘ayóo tsétahgo ‘atiin, Tatanka”…”…(Cuidado, jefe…que el camino tiene más piedras que plumas usted en el penacho...” era un poco guasón el tal Thasunka..)) a lo que  Gran Tatanka asintió: -“‘Ahoo’”…(que si, no confundir con Hau, hola tio, que tal, en Lakota) y acto seguido lo comunicó al resto de desarrapados: -“T’áá baa áholyá dine”, y así fue en efecto: un trecho duro e incómodo en el que mantenerse de pie ya era un triunfo, más aún cuando algunos oriundos de la zona acosaron por momentos al grupo. 
A partir de la Misión, el siguiente hito en el camino era el antiguo fuerte de Guaranga, deshabitado ya hacia tiempo y al que se llegó de forma más que sencilla afrontando unas cuantas rampas pedregosas y resbaladizas. Fuerte Guaranga se presenta como lugar recogido y silencioso, con testimonios casi ocultos de remotas batallas, y cuyo franqueo da paso a un descenso vertiginoso, a través de la espesura de un bosque de hayas, robles y acebos. Hábiles fueron los jinetes para ceñir a sus monturas en las traicioneras curvas de la senda, toda vez que estas amenazaban una y otra vez con expulsar a los caballistas al precipicio (Tsé ‘nt’ í’í). En una de estas, intentó la fuga el prisionero Pat Rubén, siendo rápidamente reducido por Mul’e aáh ha’ajeeh tó da’ díísoo£ígíí (Mulero Viruela loca) , en un ardid casi suicida, tras el cual, no hubo más intentos de escape. Las fuerzas bélicas se reunieron en Collado Granceno, donde celebraron un concilio, ya sin esperanzas de capturar a los fugados, sobre cómo atacar la población de Beleño; gano la opción de deslizarse silenciosamente pos las sendas y caminos cubiertos, que, a media ladera rodeaban la población. 
Y allí se sumergieron los bigardos, en una maraña de zarzas y espinos que nadaban sobre pestilentes lodazales, apenas cubiertos pos la vegetación. Fueron unos instantes de zozobra y tensión máxime cuando uno de los jinetes salió despedido de su jaca hacia los matos cercanos. 
El inmundo tramo terminaba a los pies del campamento, donde por supuesto, no había rastro alguno de los blancos, ni de sus monturas, ni de la famosa diligencia de las 17:30…TAtanka, que se había mantenido en un segundo plano todo el descenso, se acercó al prisionero con tranquilidad y a la vez que intercambiaba una mirada de complicidad con el mas forzudo de sus fieles , le dirigía unas suaves palabras al colorido mancebo:

-“Kodóó elah nídaah, díí t’áá ‘aleh’íídígo bik’e ‘ eshch’£í…’eh ...bilagáana” …” 
tranquilo hombre blanco, te va a doler solo un poco...  ...

FUENTE:
TALKING NAVAJOO BEFORE YOU KNOW IT
Leon Wall, Reservation Principal
in Charge of Literacy Program
William Morgan, Translator
Navajo Agency
Division of Education
Window Rock, Arizona
UNITED STATES DEPARTMENT OF THE INTERIOR
DIVISION OF EDUCATION . . . BUREAU OF INDIAN AFFAIRS)