domingo, 27 de septiembre de 2009

Noreña, 19 de Septiembre de 2009

From: Her Man. The Big Boss of The Village’s Pig
To : Marshall of the Villabona Correccionaly

Distinguido señor: El pasado sábado hemos recibido la visita de sus reclusos en período de aclimatación a la vida en sociedad y he de realizarle los siguientes comentarios:


- Como era de esperar llegaron cargados de intercomunicadores y radios, que difícil era distinguir los internos de los guardias.
- Estaban guapos con los nuevos uniformes, aunque sinceramente les quedaban mucho mejor los de las rayitas negras.
- Comenzada la excursión fueron adoptados con gran cariño por las gentes del pueblo, especialmente por la ONG BTT El Rebollín, que les llevaron mejor que en brazos por las callejuelas románticas de la villa condal.
- Más tarde por caleyas, sedos, caminos y veredas, no marcadas, sino requeteremarcadas para que sus internos, habituados a la fácil pérdida no lograran esta vez tan singular hábito.
- Las mujeres de los alrededores estuvieron toda la noche tratando de recoger los lodos que pudiera haber, tal vez no lo lograron del todo, tal vez.
- De igual manera la recién hormigonada pista con pendientes superiores al ansiado 69% o más, ha sido propuesta ser denominada “Cagüenlavirgen” y hermanarla con otra por ustedes conocida, sinceramente no me parece propio.
- Al final de los finales, la ONG que apadrinaba el evento facilitó duchas y mangueras, y los chicos quedaron como nuevos. Los tatuajes los traían de casa, que conste.
Y al verlos tan timoratos a todos, tan quietecitos, parecían incluso buenas personas, las buenas gentes escanciaron sidras y de las bodegas extrajeron los mejores yantares.


Y a sus hombres les vino el color a la cara. Cantaron y bailaron. La mesonera, ¡Ay la mesonera! Ella, altiva de aldabas, dio un espectáculo a sus reclusos, ellos tan escasos de sexo, se lo agradecieron en grado sumo, sobre todo uno mayorín con una pulsera que hacía piiiii piiii cada vez que acercaba su mano al tatuaje pectoral de la dama.


Y tomaron cafés y tartas también por gentileza del pueblo, que les mimó, que les recibió con esmero y cuidado. No se olvide que se festejaba el ecce homo. Lo que ellos eran: sentados, sin fuerzas, famélicos, asustados… ¡Ay señor, señor!

Sin más creo haber narrado de manera fidedigna los hechos ocurridos, y si mi colaboración para la reinserción de esos hombres es positiva, pues vale, pero recuerde que hasta el año que viene no vuelvo a estar de guardia.

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Attentivly

Sir Her Man
The Big Boss of The Village’s Pig

domingo, 13 de septiembre de 2009

CRÓNICAS DE LA XX TRAVESIA DE LA CORDILLERA

Dos golpes secos resonaron en la oscura estancia, donde el coronel del Tercio, Don Peinador del Cierzo, militar de reconocida reputación e indiscutible hombría, ojeaba sin interés unos panfletos. Miró de soslayo a la recia puerta de castaño, escudriñando con mirada acerada por encima de los anteojos y con voz serena mandó pasar; Al abrir, se adivinó la figura del imberbe infante Don Héctor de la Cueva, que aunque joven todavía, ya gastaba experiencia en duelos y correrías. Este descubrió su rapada cabeza y pronunció unas palabras que ensombrecieron el semblante del curtido coronel: -“El informe de la expedición, Señor”- Peinador tomó la hoja de las temblorosas manos del infante, y no atreviéndose a leerla, preguntó al joven: ---¿hubo muchas bajas…?
-No demasiadas, señor, del Tercio solo dos: Los soldados Sr. Eusebio y Sr. Rendueles, tuvieron que ser porteados al hospital de campaña, uno con huesos descoyuntados y el otro un poco trasquilado, pero no están graves, saldrán adelante; del resto, pocos se libraron de sufrir algún que otro magullón y costalazos .
-¿Estuvo usted en la misión, don Héctor?-, preguntó el coronel
-Sí señor- respondió el rapaz-,
-¿Fue dura?-, inquirió el mando
-Demasiado, señor-
-Relátemela si tiene a bien, don Héctor, de buena guisa se que será usted un veraz cronista de lo ocurrido-
Sentose el veterano militar y rogó al joven que hiciera lo mismo en la silla de cuero que había a un lado del cuarto.
-Bien, quisiera decir antes de comenzar mi relato, y que sirva ello en mi descargo, Señor, que los hechos y personas que referiré solo hacen referencia a los bullicios ocurridos en la zona y grupo en el que me hallaba, pues por delante de nosotros, la avanzada de las tropas sufrió otros percances los cuales desconozco.-
-No se preocupe por eso, comience…comience…-cortó el mando estirándose las calzas.
-Pues bien- arrancó el joven-…Llegamos al pueblo de San Martín la noche anterior a la partida, era el cuarto día del mes de Septiembre, una vez recogidos los destinos (dorsales) de manos de los comandantes Asturcones, nuestro tercio reagrupose en una de las tabernas del pueblo para cenar y charlar antes de que la noche diera paso al inicio de las hostilidades.
A la mañana siguiente, nos reunimos unos 300 expedicionarios y una vez enjaezadas las monturas, hubimos de dejar a las mismas en reata para que subieran de esa manera a Sto. Emiliano desde donde iba a comenzar la marcha, destaco aquí que la montura del cabo Don Trapote, merced a su delicado estado de saludo, hubo de ser especialmente tratada por los mozos de establo. Los jinetes, pajes y mochileros subieron a la peña en confortables carruajes. Una vez en los altos castellanos, y bendecidos convenientemente por el fraile de la expedición Don Antonio de Parra, diose la partida a la misma. A partir de entonces, los caminos se sucedieron por sendas, y estas por precipicios tenebrosos y pedrazales traicioneros…siempre por medio de la empinada y enmarañada serrania leonesa…justo delante de nosotros, un recluta hubo de ser rescatado del abismo, con algunos abollones en la alabarda, eran las tierras del Rebollar, como llaman allí a la zona los aborígenes…
-¿Iban nuestras tropas en vanguardia…?
Inquirió el comandante
-No señor, solo manteníamos un grupo de exploradores de avanzada, dirigidos por los tenientes Srs Morís de La Pola, y Don Briansó del Páramo. Entre ellos y nosotros, una patrulla hacía de mensajeros…El cabo Don Trapote acompañado de los soldados Barredo, Margarido, de la Vega y don Rendueles de la Villa hacían esas funciones…adelantándonos las dificultades del camino….- respondió el joven paje…
-Siga, siga, no se interrumpa…-apresuró Don Peinador, echando mano de unas alcaparras tostadas.
-El terreno era pedregoso, con peñascos como toneles, y zarzales a mas no poder, si no te desmontaban las peñas, el pellejo se quedaba en las cotollas…como que mas de un jinete perdió allí su montura, y casi hasta su honra…costaba trabajo mantenerse erguido sobre las caballerías. Unas leguas mas adelante, en zona de recovecos y torrenteras, en descenso hacia la aldea de Torrestio, cuando yo mismo y el soldado De La Mancha trotábamos en vanguardia, un espantoso grito tronó en el valle, ¡AAAAAAHHHHHHHRGG!!! sorprendidos, indagamos su origen, encontrando malherido a don Juan de Blas, que atoroscado con su montura, había sido lanzado por las orejas de esta contra unas piedras que pastaban allí. Una vez tranquilizados jinete y montura, aunque doloridos ambos, continuarían camino hasta La Braña de la mesa, donde se retirarían.
-Valiente el tal de Blas, otros en su lugar hubieran desertado…-interpuso Peinador
-En el citado pueblo de Torrestio, hallamos al resto de la tropa, y compartimos con ellos unas esperadas viandas, que animaron nuestros cuerpos. Desde equi, el camino iniciaba una durísima y larga ascensión a la citada braña, algunos jinetes hubieron de ayudar a sus monturas exhaustas a pasar las rampas, donde encontraríamos una casa de postas servida por el posadero don César de Teverga que alivió en parte nuestras necesidades. Sucedió que poco después, descendiendo ya hacía el valle, por la zona de Piedraxueves, la montura del Sr. De La Mancha, titubeó en uno de los difíciles pasos, rodando el citado hidalgo por el suelo, con tan mala fortuna que se le retorció el dedo de mala manera…pensamos que había que cortar el apéndice…
-¡No me diga!...-
repuso sorprendido el Comandante, atragantándose con un puñado de Orejones. -Si, si, pero no nos dejó, ¡clamaba por un galeno!...no hubo acuerdo con él…-
-Un blando, eso es lo que es, lo destinaré a galeras…!!!-
-A partir de aquí, el grupo, capitaneado por don Echevarria de Castilla..…-
-¡AH!, el Sr. Echevarria, lo recuerdo de la cruzada a Covadonga… ¿hizo honor a su leyenda...?¿Dirigió bien las tropas?-
-Si, señor, de hecho, fue el primero en avanzar por terrenos inexplorados, con grave perjuicio de su vida, dionos ejemplo a todos los que con él sufríamos los avatares del camino, con su pericia y control sobre su montura, atravesó sin dudar pasos sumamente comprometidos, era tal el dominio sobre su cabalgadura, que los dos parecían uno…si eso pudiera ser…..
-..Ya, ya…no sea pelotas...siga…siga..
- ...ejem..ejem..bueno, pues a continuación, el grupo inició los peligrosos descensos a las profundidades del valle Tevergano, por una tierras dignas de verse, señor, paisajes de pintura, con majestuosos equinos paciendo libres a nuestra vera. A estas alturas de la marcha, el sofoco y el calor hacía que nos cociéramos en crudo dentro de nuestras corazas, y suerte tuvimos de llegar a una de las fondas que por el camino nos aguardaban, allí, en la aldea de Tuiza, unas alegres posaderas hicieron que por un momento olvidáramos nuestras vicisitudes. A partir de aquí, nos quedaban dos trechos sumamente peligrosos, para el primero de ellos, el paso del río Val, dividimos nuestras tropas y así, mientras nuestros más bragados y curtidos expedicionarios acometían el paso más complicado, un camino pindio y desempedrado el resto de nosotros lo hacíamos por senderos mas firmes y seguros.
-Supongo que nuestras fuerzas mantuvieron el decoro en todo momento…-
-Bueno, lo cierto es que algunos de los primeros integrantes, aparecieron con los calzones un poco deslucidos…-
-….Voto a brios!!…pero siga…siga…que me tiene en ascuas, Don Héctor
- acomodose el coronel cerca de la damajuana de licor, que ya lucia medio vacía…-
Unas leguas mas abajo, cercando ya la población de Villanueva, hubo algunas escaramuzas, de ellas, la más grave, la emboscada a los susodichos Don Eusebio y Don Iván, …-
-¿Les dio tiempo a pedir ayuda…-interesose Peinador, mientras degustaba una empanada de pollo
-Pena que no, Don Eusebio, en dura liza con unas peñas montaraces, con su montura levantada sobre sus cuartos traseros, fue bruscamente descabalgado por la grupa de la misma, dando con sus estrechos huesos en una de las muchas piedras que nos acechaban y el Sr. Rendueles mas de lo mismo pero por las orejas de la suya…algunos infantes juran y perjuran que le oyeron murmurar:…”por encima no…por encima no…”…frases sin sentido, fruto de la angustia del momento. De todas formas, quiso la dicha que el cabo Trapote, que a la sazón, también había sido coceado por su montura, estuviera por esos lares y los auxiliara en tan tristes momentos.
-Ese es el espíritu del tercio…recuérdeme que condecore al tal Trapote
- repuso el Coronel, a la vez que descorchaba una botella de vino añejo.
-Solo restaba solucionar la bajada hasta la aldea de Villar , lugar de inusitada peligrosidad, un camino malhadado, lleno de piedras y regueras, polvoriento a mas no poder…con nuestras fuerzas flaqueando ya por el esfuerzo exigido poco podíamos hacer, sino dejarnos caer…era tal el precipicio que nuestras monturas apenas lograban frenar su descenso…ni apretando las riendas hasta crujir los dedos lográbamos que se detuvieran…era tarea de titanes, señor, realmente fueron momentos angustiosos…el capitán Echevarria, en un tris estuvo de despeñarse, y el veterano don Zarate de Logroño sufrió hasta tres revolcones en aquella barahúnda. Solo los mas templados y aguerridos jinetes solventaron ese paso sin consecuencias.
Luego la columna siguió la exploración por sendas ya mas tranquilas, a la vera del encajonado río Teverga cuyo sonido refrescaba algo nuestras mentes, pocas leguas nos separaban del pueblo de San Martín, al que llegamos ciertamente extenuados, ya solo pensábamos en la cena…
-…Humm…¿fue apetitoso el rancho servido?-...
comentó Don Peinador a través de unos barquillos…
-Por supuesto mi coronel, quedamos todos saciados, unos mas que otros, y la posadera tuvo tiernas atenciones con más de uno, en especial con el capitán Briansó…veterano en estas lides…-
-No me diga mas…conozco a ese tunante...siempre le gustó la jacaranda...-
-Al día siguiente, que amaneció si cabe más caluroso y sofocante, y con algunos guerreros torcidos después de un mal despertar en la posada,…-
-… ¿Acaso tuvieron fiebres…piojos en los jergones…???-
- No señor, unos balbuceaban algo de una corneta…otros de ruidos como de viento…no sabría explicarlo…el caso es que nos esperaba una jornada mas tranquila y sosegada, partiendo del Alto San Lorenzo para explorar el antiguo camino de La Mesa, por las vegas de Cueiru, Prau y Vicenturu, con las brañas y majadas que acompañan la zona. Fue una marcha pacífica, en la que pocos altercados fueron sufridos. Si acaso, algunos jinetes hubieron de cambiar las herraduras de sus monturas, que olían a quemado, tales eran las pendientes que se bajaban..Un momento de peligro fue cuando unas vacas decidieron acompañarnos en uno de nuestro descensos, de tal guisa que aquello parecía uno de esos encierros que hacen por las tierras de Pamplona, creo…
Pero solventado eso, lo único destacable fueron la bajada hasta Lluguei y el peligroso descenso desde la villa fortificada de Bandujo, senda traicionera como pocas, con insondables precipicios lamiendo las herraduras de nuestras jacas, tachonado de piedrajillas sueltas que hacía trastabilear a nuestras monturas, con giros y curvas que incluso desmontado eran harto difícil torcerlas…algunos hacíamos como podíamos, ya con nuestras fuerzas al borde de la extenuación, dando mas de una vez con nuestros huesos en suelo……
-Me hago idea, joven Héctor...en mis tiempos jóvenes también sufríamos lo nuestro…-
interrumpió el comandante, mientras pedía una taza de chocolate de Las Indias
-Una vez en el fondo del valle, ya solo nos esperaba un tranquilo camino, como paseo en día de Patrono, que nos llevaría al pueblo de San Martín, lugar de finalización de la Expedición. Allí, nuestro tercio hizo su entrada triunfal. Una vez aseados y en buen estado de revista, pasamos a compartir unas viandas con el resto de los tercios, confraternizando soldadesca y oficiales como no podía ser otra.
-He de recordar a vuesa merced, que nuestro tercio fue galardonado con una distinción por su comportamiento en la marcha, la cual fue recogida por el ilustre Sr. Don Echevarría juntamente con sus lugartenientes Don Felix de Gordejuela y Don Zarate de Logroño. Una vez finalizado el festín, los integrantes retornaron a sus hogares con unos días de permiso.
-Y esta, sería mi historia, mas o menos como la recuerdo Señor
.
-Me place Don Héctor, por su relato y su valentía en al campo, ha hecho usted honor a su Tercio…vaya a la cocina y que le preparen un entremés..y de paso…que me traigan unas pastas.

Villa de san Martín de Teverga, quinto y sexto día del mes de Septiembre de 2009