sábado, 2 de noviembre de 2013

EL REGRESO DE PEÑA MAYOR, por el Caballero Menéndez, alias Jinete Válvulas

Hace mucho, mucho tiempo en una galaxia, bueno más bien provincia muy lejana, existía una orden, la Orden de los Pelayos, que recorría los caminos “a la fuerza”, debatiéndose entre el lado luminoso “ir pabajo”  y el reverso tenebroso “tirar parriba”, para que nos entendamos.
Había una prueba, que había estado prohibida durante el último año, que todo aprendiz debía pasar para poder llegar a ser caballero de la Orden Pelaya, pues el maestro Barcáiztegui había decretado: “Si un caballero Pelayo ser queréis, a Peña Mayor dirigíos debéis”  
Sí, queridos lectores, tenéis razón, ya se había realizado la prueba de Peña Mayor la semana anterior, pero el maestro Barcáiztegui no pudo acudir debido a una meditación pendiente que tenia, pero había dejado bien marcados los caminos “a la fuerza” que debíamos recorrer.
Dirigidos por el implacable y aguerrido maestro Moya, los aprendices habían pasado las duras pruebas a las que les sometería Peña Mayor, saliendo unos mejor parados que otros y jurando no volver, al menos hasta el año que viene, en especial un valiente caballero, de nombre Real que terminó la ruta si ya saber qué era reverso tenebroso y qué era lado luminoso, vamos que ya no sabía si tirar parriba o “bajar a aquel monte de allá arriba”. Hay que darle un aplauso por el coraje que gasta el rapaz.
Animados quizás por el éxito de sus compañeros, se organizó una segunda prueba, para que otros aprendices bien escoltados por los Maestros Barcaiztegui, Zárate, Lalo y Rubén, pudieran realizar las duras pruebas que les llevarían a ganarse el derecho de ser “Caballeros Pelayos”.
Pero hubo un aprendiz ahora con el rango de Caballero, de nombre Menéndez, al que por lo visto le va la marcha, que realizó las pruebas por segunda vez, por si acaso se había quedado con hambre la primera, los maestros le miraban con cautela, y el maestro Barcáiztegui lo dejaba claro: “El reverso tenebroso en el sentir puedo” vamos que “de la cabeza bien, el chaval no anda”, y es que ¿A quién se le ocurre repetir esta tortura?
En fin, que estaba hecho, la orden Pelaya había sido convocada en los alrededores de Montevil para encaminarse hacia las pruebas que pondrían a prueba su voluntad, buen hacer y criterio, el entrenamiento que hubieren realizado hasta la fecha se pondría a prueba.  ¡Vaya!
Los aprendices, de nombres Candelero, Modesto, Pachu, Acedo y de la Mancha se mostraban confiados y con ánimo, mientras que el reverso tenebroso aguardaba en lo alto de los riscos, a la vuelta de las curvas, tras los matorrales, bajo las rocas de los riachuelos, por todas partes, vaya.
Comenzaba el día con un aprendiz, de nombre Candelero, que no había traído su sable las….digooo su velocípedo en su debido buen estado, menos mal que el Maestro Lalo lo había acogido bajo su tutela, porque sino el chaval no nos llega ni a Laviana. Resumiendo, una rueda pinchada, un sillín flojo y una rueda sin apretar, todo a la vez, del tirón y con el estomago vacio oigan, para caerse uno en el sitio desmayado. Si es que no hacemos carrera del chavalín. El Maestro Lalo, presa de la desesperación, había renunciado a la esperanza, pero el Maestro Zarate, veterano de veteranos y gran luchador de los reversos tenebrosos del camino, se quedo atrás, y vara de avellano en mano, a falta de espada laser, puso al joven aprendiz a dar pedal a ritmo de la sarandonga. ¡Y menos mal que gasta una paciencia infinita el hombre! ¡Pero, lo que funciona, funciona!
Se notaba que había nerviosismo entre los aprendices, cuando hizo aparición la primera prueba del lado tenebroso, una bonita subida de 7 km de largo, en la que ganaríamos casi 800 m de altura, que nos llevaría por unos senderos preciosos, con unas vistas espectaculares, a la vez que empezaba a castigar nuestras aún descansadas piernas. Fue ahí donde el reverso tenebroso se apodero del joven Caballero Menéndez, confiado por “creer” conocer los entresijos de los caminos “a la fuerza”, raudo cual saeta se puso al frente para dirigir eficazmente al grupo…por el camino equivocado, y es que lo que el joven Caballero ignoraba es que hay “reverso tenebroso” y “tenebroso revés”,  revés porque cayo con todo el equipo, y tenebroso porque a ver quién era el guapo que les explicaba la situación. Con la cabeza baja, las gafas ocultando la deshonra y el casco algún que otro chichón, emprendió el camino monte arriba sin rechistar y a buen ritmo antes de que el Maestro Lalo encontrara un buen guijarro que tirarle a la cabeza.
La subida nos permitió encontrar unas vistas fabulosas del condado de Breza, unas instantáneas inmortalizaron el momento y nos permitían recuperar de vez en cuando el aliento, porque menudos “reversos tenebrosos” oigan, para ponerle a uno el corazón del revés  nada menos.

La llegada a lo alto de Breza también quedo enmarcada, por un desaparecido Maestro Barcáiztegui que no aparecía por ningún lado, menos mal que era él quien nos estaba buscando; con miradas de desconfianza y haciendo entrega de sus almas “a la fuerza” los aprendices confiaron la guía al Caballero Menéndez, que el chaval, confianza, lo que era confianza, pues no daba, para que nos vamos a engañar. 
Afortunadamente nos encontramos mas adelante con el Maestro Barcáiztegui, que asumió rápidamente la guía del grupo cuesta abajo, si señores hay “lado luminoso” en Peña Mayor, poco pero algo hay.
Fue en este descanso, donde el Maestro Zárate nos dio el susto del día, con un descabalgue que se saldó con el propio susto por fortuna. ¡Ayy Angelín cachis!
El “reverso tenebroso” aguardaba para atacarnos en todas partes, hasta en las verdes praderas, donde un cansado Maestro Rubén Patricio y un aprendiz conocido como “De la Mancha” decidieron combatirlo con firme pie a tierra, que la cosa era avanzar. Pero más de alguno se preguntará, ¿cómo “de La Mancha” un aprendiz? Si antaño era un valeroso caballero de gran destreza tanto con la pluma como con el velocípedo.
Muy cierto queridos lectores, pero este caballero casi se echó a perder, cuando descubrió las mieles de los velocípedos a motor, tanto, que ahora no hay quien lo apee del aparato y como la pluma la ha colgado en pos de las nuevas generaciones, al menos de momento, pues de aprendiz se queda en este relato…¡Hala! Aunque romperé una lanza a favor de nuestro literario amigo, y diré que puso todo su empeño y tenacidad en superar la prueba de Peña Mayor, ganándose nuevamente el título de “Caballero de La Mancha” (¡Por el pelo de una gamba Arturin!)
Llegábamos prestos por un “lado luminoso” al cruce fatídico, donde decidiríamos la dirección  a tomar, si proseguir la dura y ardua prueba, o retirarnos a descansar un poco a un bar donde un maravilloso café de pota, del de verdad, amén de una bella damisela, aliviarían nuestras posaderas del duro camino. La decisión estaba más que tomada. Repusimos fuerzas en la posada, y reparamos en que la bella damisela, debía estar de día libre “cachis”, y que además a la salida, nos esperaba de nuevo el “reverso tenebroso” de vuelta al camino original. Por supuesto pagó las culpas el Caballero Menéndez, el pobre chaval, desde que empezó con eso de la goma, no gana para disgustos. Por si fuera poco despertó la ira descontrolada de sus compañeros, al verle echar el pie a tierra mientras ellos sufrían en sus carnes sobre el velocípedo, ¡que el chaval ye diesel, ho!¡dejadlo calentar!
La cosa, queridos lectores, comenzaba a ponerse fea de verdad, ya que “el reverso tenebroso” no disminuía, ni en cantidad ni en inclinación; comenzaban a verse lenguas colgando y resoplidos caballunos, solo consolados por la belleza del entorno y  los sufridos fotógrafos, que echaban mano a sus maquinas a la mínima oportunidad.
Hubo una zona especialmente técnica, donde el Maestro Zárate demostró una vez más de qué pasta estaba hecho y que “el reverso tenebroso” no era rival para él; enfrentándose a las duras rocas y la empinada cuesta, dio una lección magistral sobre el velocípedo, luciendo el equilibrio y serenidad propia de los Maestros de la Orden Pelaya. También el aprendiz de La Mancha empezaba a recordar de qué iba aquello del “montanbike” y encaraba los escollos con tenacidad y bárbara violencia, pues había recuperado su esencia y templanza que el velocípedo a motor le había quitado.
¡Arriba montañés!
Íbamos arrastrando por el camino al díscolo aprendiz Candelero, que arrastraba un pinchazo durante toda la ruta, por lo que debía ir rellenando del gas noble de la vida, a la mínima ocasión. El Maestro Lalo se encargaba de que el muchacho se mantuviera templado como el acero y no se nos durmiera en los laureles, gracias a lo cual prácticamente no notamos retraso alguno.
Tras un encuentro ameno con un lugareño que nos contó un par de interesantes historias y un par de chistes, dejábamos atrás el “reverso tenebroso” para adentrarnos en la parte final del recorrido donde “el lado luminoso” nos recibía con los brazos abiertos, que ya iba siendo hora después de tanto castigo.
Fue ahí donde el Maestro Barcáiztegui perdió un poco el norte, quizás de jolgorio y alegría, y se adentró por las sendas del “lado luminoso” equivocadas, dándole la oportunidad al Caballero Menéndez de tomarse la revancha, que menos mal le sale algo a derechas al chaval.
Se echó de menos en esta ruta al Caballero Gelu y sus inseparables alforjas, al maestro Moya, por su insuperable sentido del humor, al Caballero Real, por su ánimo y coraje, al Caballero Chema, por su compañía, Maestros Rafa y Manuel, por experiencia y amistad y al resto de la Orden Pelaya,  que espero disfruten el relato de este aprendiz escribano, imbuido del carisma de nuestro habitual Maestro Escribano, Don Arturo de La Mancha.
¡¡Un saludo a todos!!

Fdo. Caballero Menéndez, alias Jinete Válvulas.