jueves, 14 de julio de 2011

VUELTA AL CONCEJO DE GIJON 2011

¡¡SABOTAGE!!, Sire, sans doute…a ete un sabotage…el capitan Briansoix (lease Briansuâ) remató la frase clavando el mellado sable en el suelo mientras se destocaba del sucio barboquejo que ceñía sus sienes. La frase había silenciado, bruscamente, el murmullo de la atestada tienda de campaña. El Sire en cuestión, recio, callado, amenazante, inclinado sobre el mapa pero con pose digna, apenas esbozó un gesto frío mientras acariciaba su corta y canosa barba con la mano libre, la otra, la diestra, permanecía en el interior de su chaleco índigo…la pregunta sonó ronca, merced a años de expediciones en las minas...-¿Cuántos hemos perdido Emmanuel???...Conocía bien al capitán, y le tenía en aprecio, un individuo de verbo fácil, aunque con tendencias histriónicas... -"Pocos Sire, acaso una cuadrilla, los batidores se dieron cuenta pronto y redirigieron el avance", -" ¿Se ha descubierto al responsable…?"...Un silencio opresivo, asfixiante, se extendió entre los asistentes como un sudario húmedo…El temible sargento Jean du Blas, convaleciente de una herida en el Sitio de Le Peinete, respondió seguro de sí, a la par que pasaba una piedra de afilar a la hoja de su daga, su voz era como una sentencia…-"Ha sido reconocido Milord, anda proclamando su hazaña por los boletines locales...”…- El pequeño Mariscal asintió satisfecho, mientras seguía estudiando el mapa, todo un año de preparación se podía ir al traste por lances como aquel; no habían comenzado las maniobras y ya tenían los primeros percances en ciernes...un añejo infante al que los galenos habían tenido que coserle medio brazo y ahora aquello...en estas estaba, maldiciendo en arameo por lo bajini cuando un cabo gastador algo desastrado y flojo de belfo irrumpió tropezando en la tienda en la que se cobijaban los generalatos...-“¡François de Le Polê, Cuádrese!- ordenó el untuoso y socarrón mariscal Reubenoir (Rubenuâ...), siempre dispuesto a encontrar una buena fonda o mesón donde almorzar con su señoría......-¿Qué sucede ahora?...-“ –“ Si Su Ilustre, el comandante Echevarrieux comunica el avance por la zona de Fario, las fuerzas afrontan el descenso hacía el Valle de Sariego, también hace saber a su Insigne que la vanguardia se ha quedado sin rancho”. Respondió el aludido...Bueno, lo del desayuno no era importante, por lo menos Echevarrieux y sus lugartenientes mantenían el orden, empresa harto difícil con mas de 300 integrantes, entre exploradores, bisoños, veteranos, chusqueros, gañanes y alguna que otra infanta, amén de tres o cuatro carromatos con la intendencia. Ya se había superado el tercio de la ruta y la cosa no pintaba nada mal, el clima se mantenía estable y los caminos limpios y seguros, excepto alguna charca embarrada. Ojeaba el mapa cuando la calma fue de nuevo interrumpida por el voceador Barredoux (Barreduâ), encargado de que las tropas no se durmieran...ante la llegada del ya veterano militar, todos los presentes echaron las manos hacia sus oídos, en previsión de evitar posibles sorderas:...-“SIREEE, DOS BAAJAS...EN LA COLLADAAA!!!...” Destapando sus imperiales orejas, el Mariscal requirió el catalejo al intendente Paulinê, hombre serio y circunspecto, de oronda cabeza que mantenía cubierta por un chacò. Oteo la zona y descubrió a los heridos, protegidos por algunos batidores mientras los cirujanos procedían a su traslado al hospital de campaña...-“Bien teniente, bien, encárguese de que sean bien atendidos por los cirujanos...y localíceme a Chemoix, donde diantres esté...”. El citado Barredoux espoléo su montura, como siempre hacía y salio disparado, seguido de su delfín, como bala de cañón torcido hacia la zona. Mientras tanto, en las alturas de la foresta Múñica, un irritado brigada Trapeaux (Trapuax), reprendía vivamente a un quinto: -“¡¡Guzmanoir!! (Guzmanuá), le tengo dicho que apague la corneta, que nos está dando el día, Mondieu!!!...Unas leguas por delante, uno de los jinetes daba con sus huesos en una trinchera de la zona, quedando en tal mala postura que nadie osaba moverlo, y en una de las rampas posteriores, otro mas, aterrizaba de mala manera en una pedregosa vereda, sin consecuencias serias para ninguno de ellos....-Los correos informaban de la llegada de las fuerzas al área de avituallamiento, en Varé, donde reposarían y darían buena cuenta de las viandas allí dispuestas. Seguía el tiempo tranquilo, sin riesgo de lluvia, que siempre empuerca los caminos y desasosiega las monturas. De ahí a PeñaFerruz, las fuerzas harían un despliegue sencillo, sin grandes contratiempos, excepto algunos desmontes forzados que dieron con un par de reclutas en suelo... Al cuartel general, llegaba en esos mismos momentos el Húsar Êmile du Batôn, correoso funcionario, toda una garantía de la disciplina castrense, y cuyas invectivas eran bien conocidas por algunos. A pesar de mantener un espíritu juvenil y dispuesto, los achaques ya le eran frecuentes. -“Milord, l`armeê sobrepasa ya la venta Romarí sin sombra de deterioro, se dirigen al Monte Areo”, comunicó mientras hacía oscilar su garrote arriba y abajo, ante la asustada mirada de los edecanes...Al paso, en el área citada, con ya pocas fuerzas, los integrantes, bajo una lluvia fina que se filtraba entre la arboleda, afrontaban la última rampa, temible como pocas...Solo quedaban unos pocos kilómetros por la urbe para fascinación de los pocos ciudadanos paseantes, con llegada final a los cuarteles de Las Mestas, donde recoger enseñas y diplomas.
El Ilustre, sabiendo lo poco que restaba a la marcha, solo unas pocas leguas por terrenos urbanos con escolta oficial, exhaló un suspiro de alivio al que se unieron el resto de asistentes. Ya se veía disfrutando de un merecido descanso en sus tierras salmantinas, rodeado de sus viñedos y sus colegas...Sin embargo, algo quedaba por hacer todavía...
…Anochecía, y la claridad se difuminaba rápidamente. Buscando las sombras, un hombre embozado y vestido de negro, que a pesar de su corpulencia, se movía ágil y silencioso como una pantera con calzas, llegose hasta la puerta. Allí, en silencio, abrió su chaqueta y extrajo una siniestra daga cuyo filo, recién afilado, lanzaba acerados destellos a pesar de las penumbras. Su mano enguantada en cuero negro abrió, con sumo cuidado, la portezuela, que apenas exhalo un débil quejido, y se introdujo, zahino, en el zaguán de la casa…su presa estaba cerca, lo presentía…era hora de cobrar una deuda reciente, y a fe del sargento, que iba a quedar liquidada en menos de lo que se tardaba en decir un amén…