Son los Ancares una zona que no está aquí ni allí, sino allá: no está en Lugo, ni en Asturias, ni
en León, sino en todas ellas y en ninguna. Son montes de lomas redondeadas y
tapizadas de coloridos brezos y arbustos similares, surcados por pistas y
caminos de fácil rodar pero que te reservan sorpresas en la primera curva que
te despistes.
Fue a este lugar donde el mariscal de los mapas y Señor de
los mismos convocó a las fuerzas Pelayas el segundo fin de semana de Mayo.
No sin voluntad, que el citado amante de las piedras y de
sus mujeres, hollaba esos parajes dos décadas atrás, cuando aún gastaba
antiparras de pasta y coleta universitaria o similar, de ahí su conocimiento de
la zona, que a algunos ya se nos antoja como cierta clase de neurosis.
El caso es que haciendo oídos sordos a nuestras conciencias
e instintos, que nos preveían de los peligros de la escapada, allí nos
presentamos 28 ciclistas dispuestos a todo.
Contábamos entre el grupo desde a llegados de los confines del reino, allí donde nieva hasta de lado,
la pareja Lidia-Miguel, hasta la joven doncella Eva, osada y atrevida como ella
sola, amén de un par de espontáneos y Gelu, que fiel a su ritmo se incorporaba
el mismo sábado.
Algunos, como justificación preventiva, hasta consintieron en portar señora y chiquillería
en general, a fin de preveer reproches posteriores.
Existía también una gran expectación en la fecha, ya que iba
a ser la presentación oficial de ese engendro tecnológico, de ese invento
demoníaco, de esa aberración de la ciencia, en forma de bicicleta motorizada
que el paladín de los colistas, señor Echevarría, había adquirido
recientemente…para nuestro pesar, como comprobaríamos más tarde.
El lugar de reunión y cuartel de las tropas fue el Hotel Ambasmestas,
en la localidad de igual nombre, un más que cómodo alojamiento con una atención
exquisita por parte de su personal, y a lo importante, con una cocina sumamente
recomendable…si…el bar también es muy recomendable…golfos!!!
Y sin más, hechas las presentaciones, cenados de trucha
entocinada y desayunados a placer, entre peregrinos de pago y tostadas de
panchón, partimos a la aventura.
Había preparado el capaz Marín una ruta de unos 50
kilómetros, con un ascenso de 1700 metros, lo que no asusta pero tampoco
conforta. La salida se haría desde Cantejeira, ahorrando unos buenos 10
kilómetros de duro ascenso. No hubo mayor complicación en llegar hasta allí, si
exceptuamos la de ciertos excursionistas que casi se llegan a Lugo, en busca de
buen pulpo, pero eso da para otra historia.
Cantejeira es un pueblo pequeño y empinado donde comienzan
las rampas, casi antes de salir.
Desde los 730 metros se sube a los 1500,
calentando bien las piernas….eso los que las calentamos, haciendo buen uso de
los músculos que gracias a la naturaleza y a nuestra perseverancia hemos
logrado entrenar…por que lo que es el propietario de ese artilugio siniestro y
decadente no puede decir lo mismo, no!
Nada más comenzar las primeras cuestas, se colocó en
posiciones de cabeza y ya no hubo manera de echarlo de allí, ni siquiera con el
auxilio de Fran, Ramón o Fredo, que acabaron cediendo ante el poderío de los
watios del maleante.
Los paisajes de la zona, a esa altura, son espectaculares, casi
monótonos, que cansamos de ver brezo violeta, pero de una claridad y
profundidad que quitan el hipo al más bragado: una vez que se coge altura se ve
todo el dominio de Los Ancares de Norte a Sur.
No hubo grandes retrasos, algo
que temía el licenciado, algún que otro pinchazo, algún que otro ajuste menor,
algún que otro tornillo perdido, algún que otro porrazo.
Si, ¿qué excursión que
se precie no tiene en su haber alguno de estos pormenores?
En esta el galardón
se lo lleva el cámara oficial de la Peña, Sr. Arguelles, que lo mismo dispara
ráfagas certeras con una compacta o graba inolvidables vídeos como era el caso,
que en un descenso cómodo, fácil y sin curvas, le da por mirar al tendido
mientras la montura se dirigía inexorablemente hacia el abismo (licencia del autor, era un prado inclinado…)…la llamada de auxilio por el walkie hacia presagiar lo peor: -" Juanjo…€¬#@$%...mano…"(
fino el tal Saul, que solo llamó al manager…¿no hay aquí iconos de pelotas…??)
Afortunadamente, no hubo que amputar nada…todo quedó en un susto y unos cuantos
rasponazos menores, curados en el acto por el servicial Blas, que desde que
está en forma, sube y baja como un ascensor…sin paradas…
Una vez recuperada la jumenta del precipicio y tras unos
buenos mimos al torero, que andaba un poco desorejado, las buenas pistas de la
zona nos llevarían con cierta comodidad (otro decir…era todo hacia arriba…),
hasta Campo del Agua, una aldea bien pallozada (disculpe el corrector…) en la
que degustaríamos el sabroso bocata de embutidos-sorpresa preparado en el
hotel.
A partir de ahí se enlazaba una deliciosa bajada desde
Porcarizas hasta Villar de Acero, en la que perderíamos todo el metraje que
tanto sudor nos había costado…de 1300 a 700, esto me recuerda cuando jugaba a
la oca con mi abuela…siempre volvía a la casilla de salida…y ganaba ella, claro.
Como era de esperar, el dispuesto caporal nos reservaba una
buena sorpresa: nada más arrancar de Villar,
el terreno se volvía utópico,
irrealizable...quimérico: 3 kilómetros de ascenso imposible hacia las alturas. Hasta el indeseable electrificado tuvo que echar pie a tierra en más de una
ocasión, so pena de quemar el maligno artilugio; solo el impresionante Fran
logró doblegar la odiada rampa.Una vez alcanzado aquel Everest, Chao Cimero decía el mapa, ya solo restaba dejarse caer mansamente por caminos y trialeras hasta Cantejeira de nuevo, tras casi ocho horas de ruta que marcaban los aparatos.
Algunos alargaron un poco mas la ruta hasta una Palloza-bar
del pueblo, donde enjugar las penas sufridas con unas buenas cervezas.
Reunidos todos de nuevo, dimos en degustar una opípara cena
seguida de una sobremesa, corta esta vez, pocas fuerzas quedaban ya, y al día
siguiente tocaba ruta de nuevo.
El domingo, día de guardar reposo (sobre todo para aquel que bajo las escaleras sin utilizar los pies...) el mayoral de las fuerzas (el mismo...) había
pergeñado varios tormentos, pero ante la mirada suplicante de estos sus súbditos,
consintió en reducir la carga de dureza de las rutas. Así, mientras los
montañosos acometían otros 50 kilómetros con varias escapatorias, el grupo de
asfalto subiría hacia el puerto de Los Ancares y allí decidiría: hora estimada
de llegada para todos los grupos…las catorce horas, a fin de comer a una hora
prudencial, respetando tiempos y familias.
Pero el hombre propone y la ruta dispone: solo uno de los
grupos, el de los carreteros light, cumpliría lo estimado: después de despedirse
de sus compañeros en el Alto de Portelo, y tras visitar el santuario de
O`Cebreiro, retornarían a Ambasmestas a una velocidad considerable (La otra escisión seguía camino de Cacabelos, felices como perdices, sin saber la escabechina que les aguardaba))
Forman el
rápido equipo amateur el docto Marín, que estaba citado a una degustación vinícola en
bodega cercana, Alfonso, Rubén Patricio, incorporado la tarde del sábado,
Javier Guardado y su versátil bicicleta y el que escribe; a las 13 horas en la
terraza del hotel, como señores.
Una hora después llegaban las fuerzas
montunas, también en dos grupos, uno que turisteaba por Villafranca y otro
sufridor en la alturas de la zona.
Y a las 15:30 horas, mientras degustábamos
un fastuoso menú de entrecots y solomillos variados, llegaba la
avanzada
profesional: Morís y Alfredo, escapados de sus compañeros de rueda lisa, narraban una encerrona considerable: 130 kilómetros de valles, y sierras, de barrancos y crestasCasi media hora más tarde puntuaban en meta Ramon, Calo y un descolorido Blas, que casi no atinaba a comer el postre, dado su agotamiento, que acabaron con las sobras del festín de sus colegas.
Y ya era hora de recogerse en los vehículos y volver a los hogares abandonados dos días atrás.
Despedidas rápidas, sálvese quien pueda y desbandada
generalizada fue la tónica en aquellos momentos, exceptuando a don Patricio y
señora, que harían algo de turismo por la zona y a los pirenáicos Lidia y
Miguel, que tomarían el camino de Santiago a ganarse la Compostelana, cosa que
lograron unos días después.
Sin mas que narrar o contar que se acuerde este escriba,
dimos por finalizado un fin de semana excelso, que dirían los críticos de cine.
Es de justicia afirmar que Marín ha cumplido con creces las expectativas que le
rodeaban…hemos sufrido…bastante, hemos disfrutado…mucho más y lo hemos pasado
fenomenal.
Pepe, no nos cansaremos de darte las gracias por hacernos
partícipes de estos momentos,
!!muchas gracias¡¡
Eso sí, a poder ser, la próxima ruta…más larga, con más agua
y sin descensos…a ver si somos capaces de agotarle la bateria a
Echevarría!!!...Cago`n too…
NOTA: hay un par de videos que dan fe de la ruta y sus sucesos, uno a cargo de Arguelles, serio y profesional, y otro a cargo del que escribe, mas sencillo y distendido; ahí van los enlaces:
https://www.dropbox.com/s/3wb66ueur71ha18/Por%20los%20Ancares.WMV?dl=0
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