Acostumbrados, como estamos los astures, a lidiar un día si y otro también con la constante lluvia y humedad que estos primeros meses de año han traído, que nos van a salir branquias si alguno no las tiene ya, es una liberación rodar secos por terrenos amplios y despejados sin preocuparse de charcos, barrizales o bardiales que evitar.
A su vez, los olores de esas tierras aridas y pedregosas nos recuerdan momentos de la niñez, que a ver a quien no llevaron los abuelos, tios o primastros a curar los catarros, constipados o males similares a la provincia vecina.
En esta ocasión, nuestro compañero y Asturcon de pro, Don Vega, iba a ser el anfitrión de una ruta por las tierras de Omaña. Y es tal el poder de convocatoria del imperturbable leonés, que aunque las predicciones no eran muy optimistas congregó en las afueras de La Magdalena a 35 ciclistas ávidos de “secar” sus cuerpos y mentes.
En vanguardia y avanzadilla de las fuerzas gijonesas se enviaba al dueto Yoli-Saul, cuya premura en el cumplimiento de las órdenes, hizo que se presentaran ¡una hora antes! en el lugar de salida; las malas lenguas atribuían tal circunstancia al adelanto de la hora de la noche anterior (¿?)o incluso a la “caraja” que asola de vez en cuando al feroz “montañes”, que no dudó en despertar a este escriba preguntando su posición...--“en la cama…donde &;%#@ voy a estar….si son las siete de la mañana!!!”.
A la pareja adelantada se iban uniendo Eva, Pablo, Marín, Blas, Gaby, Félix y el que relata
Es la comarca de Omaña una tierra dura, su cercanía a la Cantábrica por un lado y a los montes de León por otro dotan a esta zona de un clima “recio” a decir de los naturales, con largos y nevados inviernos y unos mas bien cortos (para León) veranos.
Y menos mal que los escapes eran suaves, por que a la presión que hincha el barbudo, cualquier reventón habría provocado una emergencia a nivel nacional!!!.
Mientras el otrora hombretón iba parcheando sus perjudicada gomas, el apacible Vega aprovechaba los cruces de caminos para ilustrarnos sobre los pormenores de los fielatos y ventas que allí se situaban. También aprovechaba para reunificar al grupo, cuya disparidad física y técnica ocasionaba algún que otro retraso…(amén de los ya ocasionados por Blas, que ya iba por la segunda mecha)
Saludábamos también a los ya conocidos don Cesar y don Paco, este con su eterna y clásica bicicleta a cuestas y a la tranquila Susana, conocida partenaire del Fidalgo lider.
Y se sucedían los pasos por cañadas, arroyos, barrancos y pistas concentradoras; en una de estas, y en la cercanía de una fuente se hizo un breve descanso para reponer fuerzas…tampoco es que se hubieran gastado en demasía, pero más vale prevenir que pasar hambre, y lo cierto es que los relojes ya pasaban de la una de la tarde, que serían las dos de no haber
adelantado los mismos, que todavía estábamos bien lejos del lugar designado para la comida y que allí no había asomo de bar o similar en las cercanías.
Reposaba, bien estirado y meditabundo, el pérfido Marín, con la mirada perdida,seguramente cavilando sobre algún nuevo tormento con el que castigar a los infelices Pelayos; bueno, también podría estar pensando en jubilar de una vez por todas sus más que amortizadas botas de agua, en un estado lamentable!!!.
Y unos pasos a la diestra dormitaba, esta vez con razón, el madrugador Arguelles, soñando con cintas engomadas, grúas atascadas y demás ingenios demoníacos.
El resto de la cuadrilla se repartía por la campera en alegre compadreo, degustando sus propias vituallas.
Y unos pasos a la diestra dormitaba, esta vez con razón, el madrugador Arguelles, soñando con cintas engomadas, grúas atascadas y demás ingenios demoníacos.
El resto de la cuadrilla se repartía por la campera en alegre compadreo, degustando sus propias vituallas.
Desde ahí el terreno ascendía y descendía de nuevo, suave eso sí, que las vaguadas de la meseta no son como nuestros profundos valles que parecen despeñaderos, sino más bien como lomas de fácil andar.
Y al cabo de un par de horas y otro par de pinchazos del tenazo Juan Blas,
aterrizábamos en la Torre e Ordás, funesta y sombría atalaya para que los nobles contemplaran sus pertenencias y calcularan la cuantía del diezmo anual con que soliviantar a los humildes labriegos.
Tiene el baluarte este una muy cruel leyenda familiar con sobrinos descabezados y tíos desportillados, vamos nada que extrañar entre las familias de aquella España en creación.…
Aprovechando que su portalón estaba abierto y sin taquillera a la vista, unos cuantos osados y osadas ascendieron la precaria escalera para deleitarse con el paisaje del páramo.
Y justo al lado, de ahí el nombre señores, llegábamos por fin al pueblo de Santa María de Ordás, lugar ya civilizado con su iglesia, su bar, su parque infantil, sus cigüeñas y sus deportivos 4X4 de alta gama…ahí es nada.
Era la villa escogida por el intendente para realizar la necesaria comida, que ya eran las cuatro de la tarde, las cinco del día anterior y los estómagos rugían como búfalos encadenados.
Los diez kilómetros restantes, una vez finalizadas los bocadillos y sus correspondientes cervezas, por supuesto, se realizaron de forma rauda y veloz, toda vez que el terreno, apenas un par de repechos redujeron el ritmo del pelotón, era en franco descenso.
Solo un par de retrasos hubo en el tramo, un pinchazo de nuevo, no del barbas, que ya tiene el cupo anual completo sino de este que escribe y un aterrizaje forzoso de Rolan, en las cercanías de la llegada, sin mayores consecuencias, y del que nadie se hubiera dado cuenta de nos ser por la certera foto que le echaron.
La ruta finalizaba con 45 kilómetros recorridos en unas…siete horas…no echéis la cuenta que no había ninguna prisa, de ello dan fe las más de 100 fotos por persona que se sacaron en el día!!
Y como no acaba una ruta sin un tentempié con que calmar los ardores, imaginar quienes se quedaron en la populosa villa a tomar algo…pues eso.
En resumidas cuentas, una ruta digna del adalid de la misma, buena, bonita y ¡sin agua! que no me olvido de la última vez que acudimos a León en compañía del dichoso pedagogo.
Pero lo cortés no quita lo valiente: muchas gracias por la jornada Vega, y por compartir los despejados parajes de tu tierra con estos tus compañeros.
Como anécdota, aparte de los escapes de don Juan, claro, uno de los ciclistas, de cuyo nombre no me acuerdo...colega de Nando para mas señas, viendo que se nos echaba la hora encima, abandonó la formación, creo que en Ordás y partió hacía La Magdalena con premuras familiares, mientras el resto degustábamos los placeres…los manjares, que me lío…Lo encontramos cuando acudíamos, ya adecentados y recogidos al bar de la citada villa..cuatro horas después!!!...
Se había perdido en los montes, sin cobertura de móvil ni de GPS…como para fiarse de la tecnología.
Pues hasta la próxima.
Aprovechando que su portalón estaba abierto y sin taquillera a la vista, unos cuantos osados y osadas ascendieron la precaria escalera para deleitarse con el paisaje del páramo.
Y justo al lado, de ahí el nombre señores, llegábamos por fin al pueblo de Santa María de Ordás, lugar ya civilizado con su iglesia, su bar, su parque infantil, sus cigüeñas y sus deportivos 4X4 de alta gama…ahí es nada.
Era la villa escogida por el intendente para realizar la necesaria comida, que ya eran las cuatro de la tarde, las cinco del día anterior y los estómagos rugían como búfalos encadenados.
Los diez kilómetros restantes, una vez finalizadas los bocadillos y sus correspondientes cervezas, por supuesto, se realizaron de forma rauda y veloz, toda vez que el terreno, apenas un par de repechos redujeron el ritmo del pelotón, era en franco descenso.
Solo un par de retrasos hubo en el tramo, un pinchazo de nuevo, no del barbas, que ya tiene el cupo anual completo sino de este que escribe y un aterrizaje forzoso de Rolan, en las cercanías de la llegada, sin mayores consecuencias, y del que nadie se hubiera dado cuenta de nos ser por la certera foto que le echaron.
La ruta finalizaba con 45 kilómetros recorridos en unas…siete horas…no echéis la cuenta que no había ninguna prisa, de ello dan fe las más de 100 fotos por persona que se sacaron en el día!!
Y como no acaba una ruta sin un tentempié con que calmar los ardores, imaginar quienes se quedaron en la populosa villa a tomar algo…pues eso.
En resumidas cuentas, una ruta digna del adalid de la misma, buena, bonita y ¡sin agua! que no me olvido de la última vez que acudimos a León en compañía del dichoso pedagogo.
Pero lo cortés no quita lo valiente: muchas gracias por la jornada Vega, y por compartir los despejados parajes de tu tierra con estos tus compañeros.
Como anécdota, aparte de los escapes de don Juan, claro, uno de los ciclistas, de cuyo nombre no me acuerdo...colega de Nando para mas señas, viendo que se nos echaba la hora encima, abandonó la formación, creo que en Ordás y partió hacía La Magdalena con premuras familiares, mientras el resto degustábamos los placeres…los manjares, que me lío…Lo encontramos cuando acudíamos, ya adecentados y recogidos al bar de la citada villa..cuatro horas después!!!...
Se había perdido en los montes, sin cobertura de móvil ni de GPS…como para fiarse de la tecnología.
Pues hasta la próxima.
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