El ambiente está cargado en la oscura mazmorra, al olor acre
y salado de los condenados se une el de la humedad de las viejas piedras que
conforman la misma. Una pequeña saetera en la pared deja pasar un nítido rayo
de claridad que muestra el estado de los acusados.
Estos son tres y se hallan desperdigados por la celda sin
orden ni concierto, barruntando sin duda la seriedad de sus pecados e
imaginando, temerosos, la magnitud de los castigos a los que se enfrentan.
De los tres, solo uno, el de la culpa más grave: herejía y
apostasía de la sagrada fe, lo que normalmente apareja chamusquina general, se
halla esposado a la pared; los otros dos, aunque engrilletados, tienen cierta
libertad de movimientos.
Se trata de los milicianos Varas, compacto y discreto, que se halla como privado de voz,
buscándose perdido entre su propio yo y el camino que lo rodea y del derrumbado
y exhausto Blas de Road, a quien han tenido que introducir, en parihuelas, un
par de estirados alguaciles.
Anda el citado hombrón venido a menos, exhalando suspiros de
forma grave y ostentosa, Ay, Ay, Ay de mi, resuella por lo bajini.
No están los reos muy magullados, salvo algunos chirlos en
la cabeza, y arañones en las piernas, se hallan en un estado de salud más que
decente lo que es mucho decir, dadas las circunstancias de su encierro.
Lo que no sospechan, ni por asomo, es que a unas varas de
allí, en una sala pareja, aunque con mejor disposición y tamaño declara en esos
momentos su delator acusica.
Es el joven tamborilero Arguelles, de espíritu algo
vocinglero y dado a las bravuconadas pero que en estos momentos anda que no le
llega el jubón a la gola. Frente a él, en la sala, se han presentado tres
siniestros personajes, lo que juntamente al esbirro que se halla a su espalda,
hombre alto y circunspecto, hacen cuatro para su persona, demasiados gatos para
este pez, piensa el mancebo.
Está el proceso presidido por el Diácono don Marín de
Barcaiztegui, temeroso hombre de Dios y preciso estratega militar, que se halla
de pie, totalmente vestido con ropones negros e imposibilitado de sentarse por
una vergonzosa lesión doméstica. A su derecha siéntase el no menos conocido Don
Ramón de la Vera Lisa, cuyo serio y recio gesto impone respeto y pavor, y a la
siniestra del inquisidor, acomódase también el licenciado Don Manuel de la
Barca Chica, de mirada certera y peligrosa que ejercerá de pendolista, una
suerte de secretario judicial, vaya, en el acto; de hecho, se le oye rasguear
los pliegos anotando cifras y derroteros…-“9,36 leguas recorridas a una media
de legua y media a la hora,… 28 jinetes y una doncella...”.
Al fondo de la sala
se escucha el rumor de las más de treinta almas, es una vista pública, entre
compañeros de milicia, propias de algunos de ellos y chiquillería en general,
que comentan en voz baja el desarrollo del juicio.
Cumplidos trámites de nombre y filiación, que apunta
presuroso el de los lápices, comienzan los aprietos para el paje.
Es el fraile de la Vera, el que estrecha el cerco. “¿No es
cierto que el encausado de la Vara desertó de la procesión y encaminó sus pasos
hacia los montes Lucenses, descarriando a algunos de sus camaradas de facción,
entre los cuales os encontrabais??, el de Caldones traga saliva aunque más bien
lo intenta, la boca está seca como estopa de plomero…-"Bueno señoría, es verdad que …", -"¿Y no es menos cierto que el tal Rubén hizo caso omiso de las advertencias de sus hermanos de fe para que volviera a las filas de esta su congregación?",
no ceja el fiscal en el intento. -“ no hubo descarrío alguno su señoría, si acaso
mero extravío sin mayor perjuicio que un ligero retraso”, el joven recupera
algo el resuello, aunque de repente, desde su trasera, le cae un pescozón en la
colleja que le deja un poco lelo –“esas infulas,
aprendiz.” advierte el
gastador de su espalda, Guardado para mas señas. –“El primero esta cazado
Ilustrísima”, asienta de La Vera mirando hacia Barcaiztegui, que ya ha
intentado, sin éxito y con gesto dolorido, sentarse en la banqueta. -"Aconsejo
200 buenos zurriagazos con buena caña de medir curvas y señales, a fin de que expíe
sus culpas y se lo piense dos veces más antes de pecar de nuevo".
-"En cuanto al segundo, ese tal Blas, que no hace sino
lloriquear…Ay mi…Ay de mi…Son conocidos sus Delitos de Quebranto del Ayuno, Cisma
de la Fe y el más grave de ellos: Proposición Temeraria y Acompañamiento de Herejes, ¿tenéis algo que decir del citado?", inquiere hacía el quejumbroso
-”Bueno, su merced, si acaso el teniente Blas acompañó a ciertos
herejes, fue sin ánimo de infringir ninguna dogmática de la fe, solamente se
consideró en buena forma….” '''¡¡SILENCIO!!, brama áspero el de Audanzas, -“ese
individuo cada vez se aparta más de las verdaderas creencias, se le ha visto
solo o en compañía de otros renegados por pulidos caminos, no hay lugar para su
redención”. -"Será necesaria una pena mínima de galeras forzadas y ayuno durante
veinte días, Excelentísima". -"¿Y si reincide?" Esta vez es la voz del principal la
que se oye, mientras intenta sentarse en el quicio de la silla, con gran gesto
de dolor…es la suya una voz atiplada, como si algo le estrujara la garganta,
advierte el pubescente Arguelles, pero no por ello deja de infligir aún mas recelo…”si
reincide…será destituido de su montura, de esa delgada y escuálida con la que
tanto gusta
cohabitar…” remata estas palabras el coadjutor con una pérfida
sonrisa que hace temblar, ya sin remedio, al medroso doncel. –“En cuanto a vos…,
aunque joven, no son pocos los delitos de que se os inculpa”-se coloca los óculos
para leer unos legajos que tiene delante: -" Adivinanzas y hechicerías, practicas
de ciencias paganas y la más grave de las que tiene conciencia este tribunal,
la Invocación de demonios, brujerías y ensalmos, acaecida esta en vuestra
aparatosa caída durante la procesión de la sierra. ¿tenéis algo que decir?, -“Mi
señor”, gime Arguelles, doliéndose de un costado, aquel donde dio en caer al
saltar de la grupa de su montura –“ no me constan esos hechos, toda vez que
quedé sin voz, sin fuerzas y casi hasta sin aparejos en aquella caída, tan de
cerca ví el final que si no llega a ser por mis compañeros, dudo que hubiera
sido yo mismo de nuevo, ¡AY!. El quejido no es por recordar la trompada, que el
siniestro carcelero le ha atizado de nuevo…-“Más respeto zagal”. -"En cuanto al tercero de los inculpados", declama el tribuno, -"No se ha hallado ningún resquicio que empañe su culpa, su pecado es de tamaña gravedad que no admite ninguna discusión ni defensa: Apostasía de la fe; apostasía de la verdadera religión y prácticas probadas de hechicerías. ¡Que entre el acusado!".
Las puertas se abren, y ante la expectación de la plebe
aparece el penitente; El individuo, hombre ya entrado en años, rotundo de
formas y de pelo corto y bermejo, ingresa en el auditorio de forma orgullosa, a
pesar de lucir una buena coroza azul y
un Sambenito en el que predominan las llamas y los rayos pintados.
Para mas inri, tiene la boca sellada con unos trapos oscuros
y sucios.
Se permite mirar a la concurrencia con no poca presunción e incluso
atina a guiñar el ojo a una joven doncella que está en las primeras filas.
–“¿Veis mi señor, no solamente no se arrepiente de su pecado si no que goza del
mismo, no hay ningún arrepentimiento por su parte; mucho nos tememos que si no
se hace feroz escarmiento, arrastre a otros infelices a su perdición!!!, Es más,
intentaba convencer a uno de los alguaciles de la bondad de su hechicería, de
ahí la mordaza…”.Este penitente ha galleado de su posesión durante toda la
vista y en ningún momento hubo intento de retractación por parte del reo"".
A todas estas, el citado reo se ha acercado hasta donde reposa su cabalgadura. Es esta una suerte de jumenta fea y desgarbada, con más pinta de rocín que de corcel.
A todas estas, el citado reo se ha acercado hasta donde reposa su cabalgadura. Es esta una suerte de jumenta fea y desgarbada, con más pinta de rocín que de corcel.
Sigue el de la Vera ( Ramón, que os perdeis…) con su diatriba, que
tiene obnubilados a público y alguaciles…-“ ...es por ello que solicito a este
tribunal el más alto castigo para el citado comandante Echevarría: el decomiso
de su montura y la degradación y
expulsión inmediata de la órden!!",
Echevarría, mientras tanto, se ha deshecho
de sus grilletes y con sumo cuidado se sube a la jamelga con no poco disimulado
orgullo; con la mano diestra toquetea algo en el ramal de la misma y esta
responde con un suave zumbido…-"¡¡¡ALGUACILES, DETENER AL REO!! QUE SE
FUGAAAyyyy…!!!. Marín se ha dado cuenta y se desgañita con la poca voz que le
queda. Al instante arrancan tras el fugitivo los comisarios Mulero y Morís, hombre
fuertes y capaces donde los halla, entrenados en la captura y persecución de
presos, pero es la suya una batalla perdida; con un golpe de espuela,
Echevarría los deja atrás con una facilidad pasmosa, incluso se permite saludar
a la concurrencia y reírse abiertamente…-"JEJEJEjjjj...a ahora a León me voy..."..suena por la estancia.
En pocos minutos solo se ve una estela de polvo a lo lejos, mientras los dos comisarios ya regresan sumamente deteriorados.
La sala es un caos: a las voces de los que exigen que se le
persiga con todas las huestes posibles se suman las de aquellos que demandan
mejoras similares en sus monturas…la cosa está que arde…el acusado Vara ha
salido corriendo por una puerta pero era la del balcón y allí se ha quedado
dando vueltas; el otro, el barbón, se ha sentado en un rincón y degusta un
bocadillo de mortadela con aceitunas…;Marín ha desistido de vocear y dado que no
puede sentarse, se cuelga de una percha y de La Vera ha sustituido toga y
peluca por arreos de viaje…”a este lo pillo yo se le oye barruntar…si no me paro antes.."
En el año de nuestro señor MMXV, fueron así los hechos y así debo contarlos.