viernes, 13 de julio de 2012

DEGAÑA...VUELVE EL HOMBRE...

Todos nosotros, amantes de las bicicletas de montaña, y de su uso, claro, tenemos ya cierto bagaje y experiencia en rutas populares, e incluso podríamos clasificarlas en órden a sus aspectos más llamativas . Así, si hablamos de dureza, se nos viene a la mente El Soplao; si hablamos de calor, acudirán Peregrinos, Montemplaria....PILOÑA¡¡¡ a nuestra memoria; si hablamos de paisajes, llegará la Travesía Asturcona, y si hinchamos el pecho, aparece nuestra VCG...y esto solo por nombrar a las más cercanas, que haber, haylas para todos los gustos... Pero si ha habido una marcha que sorprende como pocas, por su organización, por sus singularidades, por su compadreo, esta es la Degaña-Ibias. no es una ruta al uso, con exceso de participantes y de organizadores, patrocinios, etc. No, aquí se limita el número a unos modestos 125 ciclistas, acompañados de una par de motos de trial y una de enduro y dos o tres coches de la organización...pero donde sí se exceden es en el cuidado y el cariño con el que tratan a todos los montunos, que hacen que te sientas casi como en casa de Mama, casi...
No hay que buscar en esta ruta grandes descensos, que los hay, ni rampas inaccesibles, alguna hay, ni paisajes de escándalo, atravesando estrechas gargantas con el río Ibias susurrando a tus ruedas..es verdad, también los hay, ni momentos de reposo admirando las sierras de Los Ancares y los montes de Muniellos (PORRAS¡¡¡, esto también lo hay...). Bueno, si por algo se diferencia esta travesía es por el sano ambiente de camaradería que existe en el pelotón, alimentado por el buen hacer de los chicos del BTT Rozon, con su director Andrés a la cabeza.
 La llegada al lugar de salida, es un poco complicada para el que no lo conozca, a poco que te despistes, la carretera te lleva a Cangas del Nancea, ¡¡¡via Leitariegos!!! (-“...Juán...que me parece que estamos subiendo un puerto...”-¿Por que lo dices???...-...”Porque llevo 5 kilómetros en primera corta...saca el GPS anda...”...). Solventadas aquellas trivialidades, y entretenidos con la animosa charleta de Rubén Patricio, llegamos pronto a Cerredo, donde compartiríamos apartamento con un colega de Oviedo, repetidor de la travesía. Nuestro exiguo grupo, novel en esta edición se vio pronto sorprendido por la tranquilidad con que se toman las cosas en esa tierra, el horario de la cena era aproximado...-“...cuando estemos todos...” decía el director ante los rugidos de nuestras tripas...y así fue, menos mal que hubo abundancia de viandas y quedamos saciados, y contentos. A esas horas, con las bicicletas ya esperando en la corralada de la fonda, solo restaba irnos a descansar.
Al día siguiente, el sol Astur-castellano ya iniciaba su lento pero seguro ascenso. La salida se anunciaba para las 09:00, mas o menos, que la calma hizo de nuevo acto de presencia, y la ruta se inicio mas tarde, este año con sentada minera incluida, pues aquellas gentes son carboneras de pro y andan en pleitos con el gobierno.
Merced al renombrado don de gentes de Rubén, ya éramos 4, al encontrar a un buen asturcón (es una forma de hablar...los demás también son buenos...), de nombre Félix con el que compartiríamos pedaladas. Un dato que ilustra la serenidad de la expedición, es que de repente, nos encontrábamos en los primero lugares, cosa difícil de relatar en otras excursiones, en las que andamos siempre rozando el coche escob
a. Tras un volteo por Cerredo y sus carbones, pronto enfilamos la senda fluvial que asciende por el Valle de Degaña, en dirección al Alto del Campillo, alternando pistas con carretera. Allí la comandancia ya desviaba a los más rápidos de los menos, para llegar al primer avitualle, en la limpia aldea de El Bao, de forma agrupada.
Nosotros, que no habíamos entrado en calor todavía, escogimos el desvío corto, y llegamos con prontitud para escoger los mejores pastelillos. Y allí esperamos con caaalma, bajo un sol ya calentón, a que el último de los jinetes se alimentara adecuadamente. Por cierto, hablando de participantes, sorprende agradablemente la abundante presencia de amazonas en la ruta. Además del grupo de Rosa Fernández, las Una @ Una, había un considerado número de féminas en la travesía, pero dejemos las chicas y al atento Ruben Patricio para más adelante y continuemos. Desde El Bao se asciende por una carretera laaarga y sinuooosa a la Campa del Tormaleo, que suena a Tourmalet, y se parece algo. Aquellos a los que no les guste la carretera, que estén tranquilos, los únicos coches que deambulaban por la zona son los de la organización. Al llegar a la campa, y abandonar la calzada, esperaba un remolque pertrechado de isotónicas frescas para encarar las pistas pedregosas que nos acercarían hasta Pelliceira, todo un detalle organizativo, y que se repetiría al final de cada subida fuerte.
Es aquella una zona de altitud respetable que permite vistas de pájaro sobre la zona y sus innumerables minas a cielo abierto, muchas de ellas abandonadas, que manchan de gris oscuro el verde paisaje de los montes. Las pistas son anchas y de buen firme, mezcla de carbón y finos. No obstaculizan el ascenso y permiten alegrías en los descensos.
El pedaleo, exceptuando alguna dura pero corta rampa, es fácil, y siempre vas acompañado...alguno más que otros, que el citado Patricio ya hacia gala de su labia persuasiva e hipnotizante y nos abandona a trechos en pos de alguna damisela solitaria o agrupada. J& Blas en su línea, bufando en las rampas cual locomotora a vapor, echando pestes contra algún mecánico de taller poco confiable, y el adoptado Félix, desgranando sus aventuras montañeras cuando lo alcanzábamos. Al poco, en el Km 50, tras una incursión por la provincia de Lugo y un largo trecho recorriendo el fondo de una suave valle, se llegaba a Pelliceira y su Fuente de la Salud  con su completo avituallamiento: empanadas, tortillas, refrescos, sidra, vino, pastelillos, fruterío variado, todo ello bajo una azulada carpa que contenía a duras penas los rayos solares. Por allí nos encontramos con nuestro Pelayo Juan Carlos (de Degaña), que como miembro de los Rozones, iba uniformado de esa guisa amarillona (está de buen ver, andando como un torín).
En Pelliceira se acaban las grandes rampas, a partir de aquí el terreno se vuelve más favorable, las pistas pierden rodar minero y se vuelven algo agrestes, con el tapín verde como mediana y piedra caliza de firme. Es zona boscosa, con abundantes pinos y piñas de todos los tamaños, y algunos aparecen talados al borde del camino. Patricio, no sabemos cómo lo hace, siempre aparece rodeado de buena compañía femenina...ya las conoce a todas!!...a nosotros nos tira alguna foto de la que pasa...Seguimos atravesando suaves montes, siempre en dirección N, y por un momento nos adentramos en el Concejo de Navia de Suarna, para al poco, descubrir en las profundidades a San Antolín de Ibias. Está abajo...pero que muy abajo...te das cuenta cuando te empiezan doler las manos de frenar y las quijadas de apretar los dientes. Pista estrecha y con abundantes curvas en Z, con un final trialera que ocasiona algún que otro pescozón. Llegando a la población, nos esperaba nuestro alojamiento en el Colegio (teníamos reservado plaza con un ferrolano, pero un hábil intercambio de flechas permitió alojar al Asturconiano Felíx, en nuestros aposentos...del gallego, paisano de 4x4 según J& Blas, no supimos más...).
Uno de los alicientes de la travesía, amén de los ya citados, es que el llegar en buena hora a San Antolín, permite disfrutar de la cuidada piscina municipal...está algo lejos, si, que cansamos de caminar, pero merece la pena, con una temperatura zamorana y  con el sol calentando con insistencia, es un relajo el sumergirse en la pileta. Por supuesto, la mayoría de bañistas comparten moreno ciclista, a franjas...Unas buenas cervezas ayudaron algo también a disfrutar de la zona. Vuelta al albergue a ponerse bonitos y a merodear el restaurante buscando sitio para la cena. San Antolín ya se oscurecía y las golondrinas (...”NO SON GOLODRINAS, SON VENCEJOS...”, apunta Blas a mi lado, provocando desbanda aerea ...), bueno, los pájaros esos se adueñaban de la plaza de la iglesia, mientras informábamos a casa de nuestro estado de salud...--“bufff, muy duro..muy duro...”. Ese sábado tocaba partido de la selección  (nos pulimos a Francia, 2-0, ¡tomaaa!), y las huestes cambiábamos de un restaurante a otro en el descanso de la contienda. La cena bien, como era de esperar, entremeses, pasta, arroz, huevos, tinto con casera (con mucha casera, que el vino mordía...), y corriendo con el helado en la mano a ver finalizar el encuentro. Luego, con las farolas encesas, como dicen en la zona, y mientras el fotógrafo Rubén excursionaba por la localidad tomando instantáneas del pueblo (eso dijo...), tocaba degustar el famoso licor de hierbas de la zona, parlamentando al fresco de una terraza. Esa noche, en el albergue, quizás por el cansancio, quizás por la falta de costumbre, quizas por...dormimos como lirones.
El domingo amaneció radiante, sin rastro de nubes, y una vez desayunados y pretrechados, arrancamos...sin prisa, eso si...en dirección al río Ibias que cruzamos y bordeamos por la Senda del Oro. Poco a poco, se va cogiendo altura, y los kilómetros del sábado se empiezan a notar. Rubén Patricio se descuelga en las primeras de cambio y ya no lo veríamos hasta Cerredo...pero iba bien acompañado; el barbado Juan Blas cedía un poco en las rampas, y Felíx marcaba el rumbo con un pedaleo redondo y mantenido. El río se iba quedando cada vez mas abajo y pasábamos al lado de construcciones de la zona; horreos apallozados, cortinos, corripias, (-“tenía yo un corripio en la Planta no se si será lo mismo, era donde comía el bocadillo de mejillones...en escabeche...que me preparaba Mama). Bordeando el río se pasa por Cecos, un cuidado pueblo a la vera del mismo, con unos cuantos turistas que veían pasar el pelotón con asombro. El ascenso se endurece y escala metros hasta Alguerdo, en donde bajo un emparrado que mitiga algo el calor del día, tomamos un aperitivo, rodeados de las gentes de la aldea, asustadas de nuestro aspecto (-"...descamisados, no penséis mal, que íbamos acalorados..."). De Alguerdo el camino se hunde de nuevo a buscar su río y se atraviesa una garganta estrecha y trialera como pocas, que desciende, a ratos abruptamente, hacia el fondo. La senda tiene de todo, argayos, regatos, hasta un puente de tablas, y obliga a ir con atención. Se abandona la fresca collada por una preciosista trialera ascendente hacia El Bao, y el calor aprieta de nuevo. El Bao, si, el mismo pueblo del ayer, parece otro, será que el sábado lo bajábamos y ahora lo subimos. En fin, nos recuperamos un poco, mientras esperamos a J& B, ya que Rubén anda desaparecido por la retaguardia de...del pelotón, y arrancamos de nuevo, ya hay ganas de acabar y la gente espabila bastante.  Nos aguarda una subida asfaltera que remata con una corta pista para acceder al Alto del Capillo. Las fuerzas ya van muy justas a estas alturas, el pelotón se estira y desagrupa.
Queda una bajada hasta Rebollar y continuar por el río hasta Degaña y Cerredo. Por detrás, el pájaro de Rubén se encuentra con el del mazo pero mira tu que casualidad, al lado de un refrescante restaurante de carretera, y a la misma hora que la salida de la Fórmula 1...eso si que es suerte...y mas si cuentas con una profesora de educación física para acompañarte...que fino...Gracias Fernanda, si no es por ti...
Pasada Degaña, indican 7 kilómetros por carretera, que se antojan largos, muy largos (-“...no veía la luz...todo negro...”), Félix, que va sobrado se adelanta sin querer, dejando un cotón en el camino...(-"...apajarado, también...que le vamos a hacer..."). Por fin, la llegada, con dos jóvenes mozas que te indican la dirección de las duchas y del reparto de trofeos. Antes que nada, se impone un culete de sidra, casi sin respirar (-"...echa otro que este estaba caliente..va mejorando, a ver...venga, el último...) recuperado el resuello y el perímetro abdominal, toca recoger bici y ducharse. Juan de Blas llega recalentado y reduce drásticamente la existencia de Coca-Colas y un poco más tarde, el galante Patricio y su alegre escolta desembarcan en la explanada de recepción.
A esas alturas, seguía el trasiego, lento pero continuo de participantes, y bajo un sol sopletero, con 30º a la sombra, era el momento de refugiarse en los chiringuitos cercanos para refrescarse y degustar el hígado encebollado que allí dispuso la organización. A la hora de la comida, ya teníamos las reservas cubiertas, pero aún así, disfrutamos de las tortillas, empanadas y cordero que nos sirvieron.
El final de la comida marcó el inicio de la entrega de premios, ameno como pocos gracias al simpático discurso del presidente de los Rozones. Generosa entrega de trofeos para casi todos los grupos participantes y para algunos nominados (nosotros nos quedamos a las puertas al apuntarse nuestro gallardo adonis fuera de plazo). Solo quedaba despedirse de las nuevas amistades, deseando un feliz viaje, mientras Rubén, con la agenda a rebosar de contactos, andaba detrás de su tarjeta de memoria, en poder de la organización...y Blas seguía rematando el puchero de hígado... 
            Y con la panza llena, los cuerpos agradecidos y las monturas en calma, bajo un sol de justicia, emprendimos regreso a nuestros cuarteles, esta vez sin equivocarnos.
            Solo me queda asentar la felicitación al Btt Rozon y su concejo por la travesía tan completa que nos prepararon...para el año que viene prometemos coger trofeo...que lo dan a la caída mas tonta...  

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