jueves, 22 de septiembre de 2011

NOREÑA 2011, ¿COMARCA DESCONOCIDA?

"No estamos locos", no, pero reconocerlo, algunos piñones nos saltan en la sesera.
Cuando hombres hechos y derechos
, de los de paseo de domingo con señora del brazo, zapato fino y chaqueta de punto, agarran sus bicicletas recién lavadas y engrasadas, en un amanecer gris y lluvioso, de temperatura más bien fresca, con posibilidades de que la lluvia se convierta en chubasco, cogen el coche, y ponen dirección a una concentración de btt, indica que muy cuerdos no estamos, no.
Y no solamente nosotros, reducido grupo de Pelayos que por apoyar a un amigo dejamos familia en cama y perro en sofá, sino los más de 190 ciclistas que nos acompañaron en ese húmedo día. Algo tendrá que ver la concienzuda preparación de la ruta por parte de Rebollines y colaboradores, con el activo Pachu a la cabeza, con sus correctos marcajes, nunca excesivos, con sus avituallamientos, siempre correctos y autóctonos, y, por encima de todo, con el cariño y la atención por parte de estos noreñenses a todos los participantes.
No llovía
cuando nos reunimos en el parque algunos supervivientes de la Travesía: el trío Jorge-Juan-Camilo, montados desde Gijón, y los señores Camarero, Patricio, Rendueles y Mancha; También estaban allí los siempre dispuestos Modesto, Toni Acedo y Rafa, y el ojeroso y noctámbulo Juan Blas.
Que no
llovía, que no!!!, pero algunos equipamos chubasquero antes de la salida, por lo que pudieran soltar las nubes, que, apretadas y cercanas sobre nuestras cabezas, dejaban caer alguna que otra gota.
La salida
, neutralizada por Noreña, pronto dio paso a pistas y senderos que nos alejaron de la villa con
dal. Rendueles, motivado por un evento familiar, desapareció pronto hacia la cabeza del pelotón, el resto, trotábamos en compañía. Para esta ocasión, la ruta se apartaba de lugares ya hollados anteriormente y discurría por unos parajes desconocidos para la mayoría. Caminos que de repente se convertían en unos maravillosos senderos de tierra suelta por los que transitábamos con la boca abierta y los ojos entornados, (según decía Pachu, era el bosque de Ordiales). Caminos que nos sorprendían con repentinos cambios de nivel, que obligaban a esforzarse en el manejo del cambio. Caminos que se iban estrechando cual embudo repostero y luego se abrían a otros más cómodos, que, (¿Pachu??...-"rodeando Peña Careses".."Aaah"), nos llevaban al ordenado avituallamiento, justo a la salida de un túnel. Y seguíamos el desfile por la zona rural. Al poco, el túnel de San Pedrín nos dio la bienvenida con sus angosteces y oscuridades, aminoradas en esta ocasión gracias a las gestiones del licenciado, (la última vez que pasamos por allí, algunos salieron montados en la bicicleta de otros...).
Por La Rimáa
, un muy particular microclima, nos permitía pasar de un ambiente claro aunque húmedo a otro en el que parecía que estuviéramos en la cima de las montañas, rodeados de nubes. A estas alturas, ya el trío montuno había retornado a sus cuarteles, aprovechando un paso cercano a La Collada; Ivan era un desconocido y Juan ya esperaba en la Villa... Y los senderos se convertían, ahora en trialeras empedradas, en las que empujar la bicicleta era una necesidad, ahora en estrechas veredas descendentes por Muncó, Ceyes, Lavandera. Entre sanjuaninos y aldeanos con sus podadoras, pasamos por túneles vegetales, por fuentes de agua, por regatos... Ya dábamos la vuelta y recorríamos de nuevo el....¡Palacio de Celles! (gracias...), del año 1673, tristemente abandonado por las instituciones, y que a duras penas subsiste. De aquí unas cuantas curvas, una de ellas muy cerrada y resbaladiza, HUY!, que resbaladiza, ¡¡¡!!!... (...ayyyyyyy...sssshhh...trash! no pasa nada estoy
bien, ¡HOP!...), nos acercarían de nuevo a la capital chacinera, donde dimos rienda a nuestra gula con unos cuantos bollos preñados dispuestos por la organización, que en aquellos momentos peleaba con algún edil para conseguir duchas calientes, cosa que consiguieron en breve, y que es de agradecer.
El final de la ruta
para los que nos quedamos fue el habitual, una excelente y agradable comida de fraternidad con Los Rebollines, en el lugar que también viene siendo habitual. Allí, disfrutamos de una entretenida comida,
rodeados de esa simpatía y habilidad que caracteriza a estos amigos y a sus familias.

Del sorteo
no nos tocó nada esta vez, no por que no estuviera atento Rubén Patricio, que, con cuatro dorsales que llevaba, tenía todas las de ganar, si no, quizás, porque lo que si trajimos fueron muchas ganas de recorrer esos caminos de nuevo con estos mismos amigos y otros ausentes salmantinos.

Y como de bien nacido es ser agradecido...¡Como no nos toque el jamón, no volvemos!!!., (perdón, perdón, ha sido un lapsus mental...)...Muchas gracias por todo Rebollines.

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