miércoles, 10 de junio de 2009

GIJÓN - COVADONGA 2009


Con una mañana fresquita pero con indicios de tornarse en calurosa, nos reunimos unos 50 efectivos entre Pelayos, Asturcones, amigotes incautos y algún que otro despistado, en las afueras del Molinón para comenzar la peregrinación a Covadonga de este año 2009.

Para algunos, entre los que me encuentro, era la primera vez que acometía la ruta, y dada la longitud de la misma, no las tenía todas conmigo. Los primeros kilómetros, por conocidos, se hicieron cómodamente, senda de Deva, trialera del camping, Peón y aquí, con Lorenzo ya apretando (no es un ciclista), afrontamos la subida al Alto de la Cruz. En esta zona ya se iniciaron las primeras escaramuzas, y cada uno subía por donde, o mejor como podía. Una vez arriba, tocaba reagrupamiento, el primero de la jornada, y a seguir ruta. Bueno, excepto el teniente de intendencia Sr. Josechu, el cual le tocaba guardia en el cuartel...

Por aquí ya me pierdo, que he dicho que era la primera vez, asín que fuimos enlazando pista, otra pista... Niévares, Breceña, Sietes, y cuando ya las cantimploras pedían auxilio ante nuestros inútiles apretones, dimos con nuestros famélicos huesos en Anayo... ¿Qué decir de este lugar? bocadillos de carne guisada, de tortilla, cervezas, helados, cafeses,... Aaaaaahhhh, que placer, ...ssssshhhh...la boca se me hace agua ... bueno, sigo que no llego.


Desde Anayo tiramos pa´bajo en dirección a Borines, luego creo que pasamos por Miyares, y por esta zona fue donde Fran nos enseño como se suben las cuestas con una par de... alforjas en la montura... para la próxima, yo voy en alforja... bueno, pues ascendimos una cuesta que costaba subirla... ANDANDO... creo que era el Bustal, ya me corregís vosotros. Sufriendo... sufriendo, llegamos a Llames de Parres. Una vez nos solazamos en la plaza del pueblo, refrescándonos los secos gaznates, dímonos cuenta de la ausencia de los alféreces Don Luis de Pardo y Don Pablo Trapote, los cuales, supimos más tarde, luego de sufrir en sus propias carnes la dureza y complejidad del camino (se perdieron) tuvieron más que palabras con sus monturas (pincharon), y a la sazón, todavía estaban en esas cuando los comitres decidieron enviar tropas de refuerzo para ayudar en sus cuentas. En la espera, se decidió que una avanzada de las fuerzas retomara camino hacia destino pues ya se nos hacía algo tarde, y el sol era de justicia (32 ºC que decía Nacho). Quedámonos solos pues, una humilde representación del tercio de los Pelayos, que una vez reunidos con la retaguardia, iniciamos camino hacia Cangas de Onís. Cabe destacar aquí la heroica acción del miliciano Héctor, el cual exploró los alrededores en busca de enemigos... (otro que se perdió).


Bueno, pues todos reunidos ya, dimos brío a nuestras monturas y, en poco tiempo, asediábamos las Cangas de Onís... Contranquil, El Llerau, Pozo los Lobos, Celorio, pasaban veloces bajo nuestras ruedas, sin que notáramos el cansancio acumulado por la larga jornada, pues la victoria estaba cerca y según dicen da alas. A la altura de Soto de Cangas, el alférez Don Pablo, que a la sazón y después del pleito con su montura en Llames, habíase quedado algo perjudicado, decidió reponer el aire que iba perdiendo por el camino (he dicho aire, no aceite...), con lo que nos quedamos Juan Blas y un servidor para ayudar en la tarea. El principio del fin... al intentar hinchar, la bomba se lleva un trozo de la válvula con ella, la muy pécora, sustituida la cámara por otra, ésta otra valía de colador, los parches no pegaban... bufffff... en éstas estábamos, sudorosos y requebrantados, cuando quiso el destino que los oficiales de enlace Sres. Pardo y Don Vicente, extrañados por nuestra tardanza, acudieran en nuestro auxilio, y con su ayuda pudiéramos seguir cabalgada. Los cinco compañeros acometimos las interminables rectas de Isongu, La Riera, Llerices, con la intención no solo de recuperar el tiempo perdido, sino de llegar sanos y salvos al lugar de reunión con el resto de las tropas, sito en las afueras de Cangas. La suerte y no otra, quiso que cruzáramos en el camino con los infantes Doña Viviana y Don Fernando, que descendían ya de su particular batalla maratoniana, sedientos y desherrados, pero con la victoria traslúcida en su mirada.

Unas leguas más adelante, también nos cruzamos con el resto de la soldadesca, ya agotados por el esfuerzo y que mas que bajar, se dejaban caer hacia el campamento. Cruzados los saludos de rigor, apretamos los dientes y las piernas sobre nuestras monturas y en un postrer esfuerzo, remontamos las duras rampas finales para, finalmente presentar nuestro respetos al rey Pelayo.

Solo nos quedaba, para finiquitar la victoria, descender de aquellas alturas lo mas raudos y veloces posibles, lo que así hicimos, y en un abrir y cerrar de ojos, nos hallamos en la Villa de Cangas. Luego de dejar a nuestras compañeras ajaezadas y provistas en las cuadras asturconas, vímonos en la obligación de asearnos nos mismos y de sustituir nuestros pertrechos y hierros de guerra por vestimentas más acordes (rehuso destacar a vuesas mercedes los lances que se dieron en el lugar de aseo, donde infantería y caballería disputabanse los pocos sitios donde dejar sus ropas y enzarzabanse en jabonadas poco decorosas).

Una vez puestos los jubones limpios, encaminamos nuestro pasos hacia la fonda donde reponer las fuerzas perdidas, aunque a decir verdad, poco repusimos... en fin, lo que contaba era reunirse de nuevo con el resto de las tropas y comentar los acaecieres de la jornada. Es justo mencionar que el ilustre brigada Don Rubén, artífice del ataque, fue vitoreado por la milicia, agradeciéndole así su dedicación a la jornada, y además, obsequionos con unas camisetillas.

Y descansados y repuestos, unos al bus y otros al coche, de vuelta para casita, las agujetas para el día siguiente, y con ganas de repetir para el año que viene, por supuesto!!!...




Letra y música: Don Arturo de la Mancha

3 comentarios:

OH CIELOS, LEONCIO dijo...

Muy buena la cronica, las fotos, la compañia, etc...

la verdad es que da gusto tener gente tan "apaña" en esto de la escritura.

Un saludo.

merp dijo...

Mola, .... menuda cronica, muy amena y entretenida pardiez

Fernando dijo...

No era el hombre mas honesto ni el mas piadoso,pero era un hombre valiente.Se llamaba...Arturo de la Mancha.
Anonimo
Fenomenal la cronica, se me saltaban las lagrimas,tenemos que hacer una seccion verde de literatura.