Todos nosotros, que atesoramos unas cuantas
canas por el cuero cabelludo, hemos sufrido en nuestras carnes un sinfín de rutas…:
de las que te dejan sin aliento, de las que te ponen el corazón a tope, de esas
cuyos paisajes te quitan el habla, de las que cuya dureza atenta contra la
propia humanidad del ciclista y unas pocas en las que las rampas superan
cualquier teoría racional.
Es cierto, lo sabemos todos, existir, existen…, pero
jugamos con la probabilidad, baja eso creíamos…si, de que no se juntaran en el
mismo día todas y cada una de las características antes mencionadas.
Pero este
sábado pasado, rediez, este sábado perdimos hasta la poca honra que nos quedaba; no es
que se juntaran en nuestra contra esas verdades de los senderos, si no que, además,
el clima nos puso encima unas cuantas banderillas…¿donde se ha visto que, en
pleno mes de Febrero, con las montañas blanqueadas por la nieve, se alcancen
unos buenos 20 grados???, pues en la
comarca de Aller, en el día de autos.
Publicitaba el maestro de ceremonias, nuestro temido Marín, una ruta paisajística…(o eso decía el bellaco mentiroso), por los alrededores de la antigua explotación minera de Cotobello…de casta le viene al galo ((gaaaalgo, corrector tonto, galo es Obelix….).Un sencillo paseo de unos 36 kilómetros con un "asumible", que no desdeñable, desnivel de unos 1600 metros, ( al final serían 300 más...) nada que asustara a la novena de fieros y experimentados jinetes que acudieron a la llamada.
Bueno, puntualicemos: nueve fieros y feos montañeros y una bella damisela que alegraría la cabalgata.
Al geólogo lo dejaremos fuera de momento, por pérfido y gañan.
Comenzaba la excursión en el bonito pueblo de Collanzo, antaño
capital del concejo a 525 metros de altura, con tiempo despejado y con cierta
tranquilidad que se perdería pasados los primeros dos kilómetros en dirección a Llamas.
A partir de ahí, la carretera se estrechaba y apuntaba al cielo de una forma indecente.
El
desnivel no atosigaba pero molestaba; con una media del 12% pero buen asfalto,
la expedición mantenía el humor y el palique, pero por poco tiempo.
Pasando la
aldea de Conforcos ya se superaban los 775 metros de desnivel y se perdían las
rayas, el betún de la carretera y las ganas de conversación; los cambios
comenzaban a crujir y el caporal de la marcha ponía pies en polvorosa temiendo
lo peor.
Fueron 7 kilómetros de subida (¿solo siete??...) hasta el Pico La
Texera…siete duros kilómetros con rampas que superaban el 20% y hacían apretar
los dientes a más de uno.
El incremento de altura se parecía al del IPC de Argentina en sus años locos, pero sin
billetes.
Se formaban rápidamente varios grupos, destacando en
cabeza ese híbrido entre Rey Pelayo y macho cabrío, de nombre Barquín, cuyas
andanzas nocturnas no son capaces de mermarle la resistencia…cómo anda el jo…cabrito.
A su vera desfilaban el resto de sufridos congéneres: Don Gabriel, don Roberto,
Lalo, Marino, Eduardo, Benjamín, el capaz Gelu y el Mancha, destacando entre todos
estos bellezones la gentil y grácil Eva, que con su peso semipluma sube por las
rampas sin despeinarse, bueno, algunos de nosotros tampoco nos despeinamos,
pero por otro motivo.
Desde el picacho citado había un ligero descanso hasta las
cercanías de Cotobello, rodando ya por
antiguas escombreras restauradas, pero el guionista del día había decidido pasar
por la propia cima, en vez de contentarse con el conocido mirador, y allá que
nos llevó…4,5 horas de ruta para 21 míseros kilómetros, qué poco me gustan los
números…nos echamos a perder.
Vista la hora que era, y ante las quejas
generalizadas, se decidió tomar un pequeño refrigerio que apaciguara las
tripas. Hay que destacar siempre en estos casos, el buen embutido que Lalo, como buen entendedor del género, acarrea
para estos menesteres y para sus compañeros, si llevara una barra de pan ya sería lo máximo!.
Biennn,
una vez pertrechados y animados, descendimos raudos y veloces, unos más que
otros, como suele ser habitual, atravesando pistas perdidas y suaves y falsas praderías,
hasta acabar con nuestros huesos en Bello, o mejor escrito, Beyo.
En este momento, el líder y adalid de la
ruta, el intrépido Barcaiztegui, decidió aventurarse por una senda poco
conocida, que tomaba altura a la salida del pueblo en dirección Sureste.
Lo de
tomar altura es una forma harto delicada de decirlo…¡QUE SARTENAZO!, ¡QUE SARTENAZO!!, señores, con
mayúsculas y signos de exclamación…rampas del 30% sumían a la mayoría de los combatientes en la
depresión, el abatimiento, la postración...
El desnivel y el calor obligaban a echar pie a
tierra a todos sin excepción, algunos aguantaban un trecho más, pero torciendo hasta la cadena.
Las emisoras se poblaban de maldiciones y
amenazas, exigiendo la cabeza del geólogo, que, perjudicado en un tobillo,
arrastraba su propio Via Crucis, amen de la bicicleta, claro.
Pero no iba el último, que por detrás deambulaba
este escribiente, vigilado de cerca por el samaritano Gelu, arrastrando hasta las gotas de sudor.
Cuatro mil metros, no
fueron más, pero no se recuerda un estacazo igual en los anales de esta Peña: ni las Cotoyas de Soto de Luiña, ni las rampas de Murias, ni las montañas de
Los Ancares, pueden competir con esta atrocidad aldeana...nunca hubo nada igual que yo recuerde carajo!
El tormento acababa en la Collada del Pan, cuatro mil calurososy agotadores metros después, ventilado lugar donde llegaríamos todos, bueno, a decir verdad yo no llegue, sigo por allí, fue mi espíritu el que abandonó mi cuerpo extenuado y ahora escribe ahora estas líneas.
Una vez que recogimos del suelo las pocas fuerzas que nos quedaban, pudimos descender de aquella loma en dirección a Collanzo, donde nos esperaban unas buenas y merecidas cervezas...la primera ronda corrió a cargo del ejecutor de la excursión.
Si no fuera por el aprecio que le tenemos al individuo este...pero qué demonios!!:
¡Enhorabuena Pepe!, una ruta soberbia, si no quisiéramos sufrir, venderíamos las bicis!!!
Pd. Si volvéis por la zona, acordaros de silbarme, a ver si reaparezco
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