Las palabras resuenan, siniestras y tajantes , en la mente del caballero mientras intenta escudriñar la tenebrosa oscuridad (coñe!, que me doy miedo a mi mismo…).
Pero los dos tristes fanales que porta la menguada brigada apenas alcanzan a iluminar unas pocas varas por delante de las monturas, de tal guisa que el grupo se arrejunta como ovejas en campo de lobos, para no salirse de la trocha, que amaga un costalazo.
De su amplia mesnada inicial solo quedan cuatro infantes que, a duras penas,
siguen los pasos al tenaz Barcaiztegui: el riojano Zarate, los pirenaicos Moya y Arguelles y el persistente y duro Vigil de la Piñera; del resto nada se sabe, huidos, tiempo ya, de las durezas del camino: unos excusando males y los otros….traidores…pesares.
Mientras intenta seguir las curvas del camino, cerrado y oscuro como noche de invierno, aunque el clima es apacible y sopla un cierzo suave que mece las vides, el antiguo salesiano da vueltas en su mente al desmán que le desasosiega…¿cómo, ¡Diantres!, una docena de hombres recios y derechos, con cientos de batallas en sus alforjas, no fueron capaces de cerrar en firme una escudriñada de apenas unas decenas de leguas?
Cierto es que la ruta en sí no tenía nada de fácil, con ascensos imposibles y descensos que asemejaban precipicios, solo superados por los osados Arguelles y Molla, doctos en la materia….pero de ahí a que se le escabullan…¡más de la mitad de sus efectivos!!…PARDIEZ!, exclama rotundo el el caudillo…: el hacendado Gordejuela, Del Real, Echevarría , Del Barrio, micer Barquín, De la Venta, el Mancha…hasta el oriundo guía Don Víctor se esfumaba de la escuadra, sin despedirse siquiera.
Y ese algo roe el alma del licenciado, hasta el tuétano si el alma lo tuviera…que no…, mientras esquiva bancales de guijo y arenadas traicioneras…lo sabe aunque no quiera reconocerlo…el inicio de los problemas…:
De su amplia mesnada inicial solo quedan cuatro infantes que, a duras penas,
siguen los pasos al tenaz Barcaiztegui: el riojano Zarate, los pirenaicos Moya y Arguelles y el persistente y duro Vigil de la Piñera; del resto nada se sabe, huidos, tiempo ya, de las durezas del camino: unos excusando males y los otros….traidores…pesares.
Mientras intenta seguir las curvas del camino, cerrado y oscuro como noche de invierno, aunque el clima es apacible y sopla un cierzo suave que mece las vides, el antiguo salesiano da vueltas en su mente al desmán que le desasosiega…¿cómo, ¡Diantres!, una docena de hombres recios y derechos, con cientos de batallas en sus alforjas, no fueron capaces de cerrar en firme una escudriñada de apenas unas decenas de leguas?
-"si, fue allí, en la aseada villa de Sajazarra, mal rayo parta al que encargo la pitanza en aquella fonda!!...Morcilla, chistorras, huevos, papas!!!…¿a quién se le ocurre tal dislate?...y lo peor de todo, el vino, ese vino oscuro y denso, que adormece las voluntades y entibia el intelecto…ese fue el causante de la debacle…a partir de ahí no hubo nada que hacer con la patrulla amodorrada y cansina.
La jornada comenzaba fresca, una vez superado el nerviosismo del día anterior con el siniestro Paso de Altube, que tantos quebraderos de cabeza dio el año pasado…
Digo fresca y no fría porque el mercurio indicaba valores positivos, pocos, pero positivos. Tras un breve escarceo por los alrededores de la ciudad de Haro, con sus bodegas recuperándose del paso de la soldada la noche pasada, la comitiva iniciaba el ascenso a los riscos de Bilibio y su santo, San Felices, patrono de la citada.
Rampa dura y sin complejos, con un tramo final utópico hasta para el ingenio mecánico de Echevarría.
Rampa dura y sin complejos, con un tramo final utópico hasta para el ingenio mecánico de Echevarría.
Es la ermita del anacoreta, balcón privilegiado sobre el Ebro y sus Conchas, rodeado de prietas peñas y de buitres hambrientos.
Toda vez que estos últimos no dejaban de aproximarse, tocaba retirada cautelosa del peñasco, por unos escalones pindios y traicioneros hacia altitudes mas humanas.
El camino serpenteaba ya hacia los Montes Obarenes, acercándose al monasterio de Herrera, habitado por unos pocos y raros monjes…camaldulenses dicen que se llaman…(bueno, disculpen sus mercedes el palabro… ermitaños de larga barba y hábitos clareados…para entendernos) y acometiendo la franca subida hacia la presa de Villalba.
Fue en este lugar donde el alargado prócer don Félix, elegante y gentil donde los haya, introdujo su pernil izquierdo en una suerte de sima, y, si no fuera por la baranda allí situada, se hubiera metido todo él entero.
Aunque algunos ya daban por perdida la extremidad, dada la aparatosidad de la sangría resultante (sangre patriota y tinta como buen rioja, todo hay que decirlo….) solucionaríase el asunto con un par de tafetanes y algo de ungüento que apañaron la funesta herida.
Fueron momentos tensos y angustiosos, con las tropas desperdigadas y berreándose unas a otras… -”¡Pues se ha hecho un roto bueno!!!”…-“¿tiene arreglo o tiramos??!!!”…-“Por dónde es el camino???...”…-¿Ya paramos a comer?...”.
Estas y otras voces clamaron entre los chopos hasta que el herido retorno a los andares.
Desde los bajíos de la represa, la ancha pista se convertía en un estrecho y curveado sendero a través de bosques de pinos, encinas y alcornocales, sin otra dificultad que la de sortear las piñas y raíces del camino.
Piñas estas…bueno piñones mas bien, que consiguieron lo que no lograron las altas cumbres oscenses…darle la vuelta al osado Saúl…con montura y todo…
Hubo que rebuscar de nuevo en la botica para curar los arañazos del joven casadero.
¿Por qué…por qué…?, sigue torturándose el buen doctor…¿no fui amable y condescendiente…no atendí sus ruegos…no cuidé sus ánimos….?
Toda vez que estos últimos no dejaban de aproximarse, tocaba retirada cautelosa del peñasco, por unos escalones pindios y traicioneros hacia altitudes mas humanas.
El camino serpenteaba ya hacia los Montes Obarenes, acercándose al monasterio de Herrera, habitado por unos pocos y raros monjes…camaldulenses dicen que se llaman…(bueno, disculpen sus mercedes el palabro… ermitaños de larga barba y hábitos clareados…para entendernos) y acometiendo la franca subida hacia la presa de Villalba.
Fue en este lugar donde el alargado prócer don Félix, elegante y gentil donde los haya, introdujo su pernil izquierdo en una suerte de sima, y, si no fuera por la baranda allí situada, se hubiera metido todo él entero.
Aunque algunos ya daban por perdida la extremidad, dada la aparatosidad de la sangría resultante (sangre patriota y tinta como buen rioja, todo hay que decirlo….) solucionaríase el asunto con un par de tafetanes y algo de ungüento que apañaron la funesta herida.
Fueron momentos tensos y angustiosos, con las tropas desperdigadas y berreándose unas a otras… -”¡Pues se ha hecho un roto bueno!!!”…-“¿tiene arreglo o tiramos??!!!”…-“Por dónde es el camino???...”…-¿Ya paramos a comer?...”.
Estas y otras voces clamaron entre los chopos hasta que el herido retorno a los andares.
Desde los bajíos de la represa, la ancha pista se convertía en un estrecho y curveado sendero a través de bosques de pinos, encinas y alcornocales, sin otra dificultad que la de sortear las piñas y raíces del camino.
Piñas estas…bueno piñones mas bien, que consiguieron lo que no lograron las altas cumbres oscenses…darle la vuelta al osado Saúl…con montura y todo…
Hubo que rebuscar de nuevo en la botica para curar los arañazos del joven casadero.
¿Por qué…por qué…?, sigue torturándose el buen doctor…¿no fui amable y condescendiente…no atendí sus ruegos…no cuidé sus ánimos….?
Pero solo encuentra delante de él la siniestra negrura, que lo envuelve, que lo confunde…que lo exaspera!!!....(¡¡Perros!!!, seguro que ya están en la fonda contratada…)), volviendo grupas, arenga a los cuatro cofrades que le siguen…¡Rápido, mis fieles!!!, que nos dejan ensin cenar!!!)
Cañones, trincheras, sendas, daban paso al ascenso a la ermita de San Juan del Monte, y de esta a la Campa del mismo nombre, cumbre de la ruta.
Las fuerzas, ya en franca derrota, aunque pocos lo reconozcan, afrontaban un fugaz descenso hacia los pueblos de Galbarruli, Castilseco, y Sajazarra por fin, con su pulcro castillo y sus calles inmaculadas.
Había concertado allí, uno de los tres riojanos, el condumio de la milicia, con la sana intención de proseguir luego el derrotero marcado…hasta el final...¡¡¡hasta el final del vino y la cerveza que no se levantaron de la mesa los gañanes…y algunos todavía pedían licores!!!! .
Pero, no contentos con el retraso acumulado, dioles por, incluso, visitar un ancestral calado…solo las amenazas del paladín Marín, y la falta de caldo en aquella bodega lograrían que los montaraces arrancaran sus jamelgos.
Pero el mal estaba infligido ya….bien lo sabe el pesaroso adalid: -"...con las barrigas llenas, las piernas vacías y las mentes calculando la hora de la cena… poca carne para mucha faena…"
Las primeras bajas llegaron a la legua escasa de la comida: con la intención de acudir a los sanitarios, Don Félix y un grupo de escoltas seleccionados abandonarían el grupo, juntamente con el guía.
Y un poco más adelante, en las laderas de Obarenes, el comerciante, el galeno y el contable, aprovechando un descuido de la capitanía, tomarían las de Villadiego, pero hacia Haro.
Ocho leguas y media y 11 horas después de la salida llegaba el quinteto superviviente, con el tiempo justo, (bueno, sin tiempo, que se quedaron atrás!!!) para componerse un poco y coger el transportín hasta Tirgo y su asado, lugar de una buena, opípara y merecida cena.
Del resto poco hay que contar que se deje: tras la sobremesa, algunos continuaron la noche en los elegantes locales de Haro, mientras que los temerosos de Dios y de sus santas esposas, retornaban a la hostería donde pasar la noche.
Al día siguiente, bien desayunados y descansados, la planificación indicaba una visita guiada a la villa natal de Ángel, Foncea, con ascensión al emplumado
campanario y reposo en el bar de jubilados, mientras el trío protagonista aprovisionaba morcillas arroceras para degustación familiar.
Y luego la ruta, viraría hacia el norte, a través del puerto de Pancorbo, en dirección a la puebla medieval de Frías, donde los esforzados visitarían la turística ciudadela, almorzando, de paso, en un turístico mesón.
El retorno atravesaba más tarde la comarca burgalesa de "Las Merindades“, y otras zonas y carreteras aledañas, haciendo honor a la máxima de :
"Con Viajes Gordejuela, visitará España entera…aunque usted no lo quiera….!!
Cañones, trincheras, sendas, daban paso al ascenso a la ermita de San Juan del Monte, y de esta a la Campa del mismo nombre, cumbre de la ruta.
Las fuerzas, ya en franca derrota, aunque pocos lo reconozcan, afrontaban un fugaz descenso hacia los pueblos de Galbarruli, Castilseco, y Sajazarra por fin, con su pulcro castillo y sus calles inmaculadas.
Había concertado allí, uno de los tres riojanos, el condumio de la milicia, con la sana intención de proseguir luego el derrotero marcado…hasta el final...¡¡¡hasta el final del vino y la cerveza que no se levantaron de la mesa los gañanes…y algunos todavía pedían licores!!!! .
Pero, no contentos con el retraso acumulado, dioles por, incluso, visitar un ancestral calado…solo las amenazas del paladín Marín, y la falta de caldo en aquella bodega lograrían que los montaraces arrancaran sus jamelgos.
Pero el mal estaba infligido ya….bien lo sabe el pesaroso adalid: -"...con las barrigas llenas, las piernas vacías y las mentes calculando la hora de la cena… poca carne para mucha faena…"
Las primeras bajas llegaron a la legua escasa de la comida: con la intención de acudir a los sanitarios, Don Félix y un grupo de escoltas seleccionados abandonarían el grupo, juntamente con el guía.
Y un poco más adelante, en las laderas de Obarenes, el comerciante, el galeno y el contable, aprovechando un descuido de la capitanía, tomarían las de Villadiego, pero hacia Haro.
Ocho leguas y media y 11 horas después de la salida llegaba el quinteto superviviente, con el tiempo justo, (bueno, sin tiempo, que se quedaron atrás!!!) para componerse un poco y coger el transportín hasta Tirgo y su asado, lugar de una buena, opípara y merecida cena.
Del resto poco hay que contar que se deje: tras la sobremesa, algunos continuaron la noche en los elegantes locales de Haro, mientras que los temerosos de Dios y de sus santas esposas, retornaban a la hostería donde pasar la noche.
Y luego la ruta, viraría hacia el norte, a través del puerto de Pancorbo, en dirección a la puebla medieval de Frías, donde los esforzados visitarían la turística ciudadela, almorzando, de paso, en un turístico mesón.
El retorno atravesaba más tarde la comarca burgalesa de "Las Merindades“, y otras zonas y carreteras aledañas, haciendo honor a la máxima de :
"Con Viajes Gordejuela, visitará España entera…aunque usted no lo quiera….!!
Con todos nuestros agradecimientos a estos fabulosos anfitriones de su tierra...
(Nota del autor...Ultimas investigaciones han sacado a la luz el pasado maño y seguramente republico-anarquista del conocido geólogo, por lo que...de riojano...nada de nada....bueno, el amor por el vino bueno...si ya me parecía a mi que cantaba muy bien la Jota...)
♫♫♫...Una advertencia he de hace-e-eer
a quien me quiera obsequia-a-aar:
que a mí no me gusta el vino-o-ooo…
en pequeña cantida-a-aaad ♫♫♫,,,