A uno, superviviente de aquella eficaz
y tristemente desaparecida EGB, no se le daban mal las matemáticas, modestia
aparte: toda aquella suerte de números, conjuntos,
No en vano, esta ciencia formal se
basa en el razonamiento lógico, ese que dicta la razón y la propia experiencia de
cada uno, de tal forma que si, por ejemplo, le hemos quitado cuatro peras a
Gelu, y una se la ha llevado Zarate, que anda a todas, otra Toni, y otra el
propio Gelu, está claro que solo tenemos una que llevarnos a la boca, dura como
una piedra, eso sí, pero pera al fin y al cabo!!...las peras que entran por las
que salen, (aunque, en el caso de la mochila de Gelu, puede salir de todo…:
peras, manzanas, nueces, castañas, higos...a poco que rebusquemos puede
salirnos hasta el Iker Jimenez…con su programa completo…)
Solo el añorado físico Albert Einstein
se atrevió a reformular el alcance de esta materia,
retorciendo los conceptos matemáticos
y físicos, con su logrado Teorema de la Relatividad, ese que algún día nos
permitirá viajar por los confines del universo plegando el espacio-tiempo (al
igual que ya lo hace, con su motor de curvatura, la nave U.S.S. Enterprise,
solo que en la imaginación de los guionistas) sin que nos muramos de
aburrimiento y de viejos, claro.
Establecidos estos serios y razonUdos fundamentos,
volvamos al quid de la cuestión, el que enfrenta la razón a la experiencia…:
¿Cómo
diantres, demonios, carajo, se convierte una ruta de 45 kilómetros en una de
día completo???, ¿ein?, y es más...
¿Cómo demonios, carajo, diantres, salen 1700
metros de desnivel, si incluso se acortó el recorrido, evitando el consabido
sartenazo??, ¿es acaso que estamos ante un nuevo erudito, descubridor de alguna
otra teoría Riemanniana o no, que deje en paños menores a la
primigenia??
Pues va a ser que no, que el individuo en cuestión es geólogo y
no se le conocen más habilidades que las propias de su profesión…bueno y las de sus
labores caseras, que ahí también está fino el condenado.
Estamos, pues ante otro misterio que resolver,
pero analicemos, ¡analicemos hermanos!, pues, la ecuación planteada al grupo de
estudio:
“La ruta planificada para el sábado 8, por el occidente asturiano, parte de Barcia
(Valdés) a las 9:30 h. Es ruta de bocata y muyyy chula. Son 45 km y unos 1.700 m de desnivel positivo acumulado. La primera parte de la ruta es hacia el interior en dirección a La Espina. La segunda parte es costera (zona de cabo Busto)...” decía el manuscrito.
Así visto, el
problema propuesto atraía nuestro interés…y en el axioma caímos todos…los veteranos,
los novatos y bisoños, los apresurados, los
despreocupados, un par de foráneos y los del furgón de cola, tan necesarios
ellos para cerrar la ruta. Y así hasta 18 infelices acudimos a la llamada del líder
oscuro.
Como bien comenzaba el enunciado, la
ruta salía de Barcia, en plena rasa costera de Valdés y remontaba hacia la
sierra de Concilleiros, de forma más bien tranquila, no porque fuéramos de
parranda, si no porque las piernas no daban más de sí.
Iba la comitiva
comandada por el afanado investigador rodeado de sus estudiantes y adláteres
más avanzados: Sres. Gaby, Barquín, el recuperado Antonio y Fredo, que
vigilaban la integridad física del preceptor, seguidos a corta distancia por un
grupo de insurgentes entre los que se contaban a Blas, Venta, Gelu, Zárate,
Saul, Lalo, Benja, Pablo y Miguel entre otros y cerraban, a distancia de
pedrada si tuvieran fuerzas para ello, los tranquilos Paulino y Mancha,
disfrutando del paisaje.
A mayores, subiendo y bajando de grupo en grupo, como
si no le costara nada de esfuerzo, (nada más lejos de la realidad, por
supuesto) encontrábamos cada dos por tres a Echevarría y su artilugio galvánico,
por llamarlo de alguna forma.
Y de esta guisa, bien cocinados al suave
sol que ya asomaba, llegábamos ¡dos! horas después a la aldea de Merás,
conocida por sus alegres festejos (este año tocaba el trió Flamingo).
Se
encontraba la agrupación a unos estimables 10 kilómetros del punto de salida,
lo que confería una asombrosa velocidad media de ¡¡5-6 km/h!!, ríete tú de los
agujeros de gusano Einstein-Rosen y demás fruslerías. Esto si que es plegar el
tiempo…dos veces!! Continuaba la ruta por un impresionante senderos sobre el
arroyo Ferreras, donde, al inicio del mismo, Benjamín, con esa fuerza que le
caracteriza, dejaba la cadena por el suelo.
Hizo falta el tesón de Gelu y de
Mancha para convencerle de que no se podía anudar de nuevo como si fuera un cordel,
y de que tampoco se podía utilizar un eslabón de tamaño diferente a la cadena.
Solventado el desacuerdo, y ante las quejas de los compañeros de vanguardia, aburridos
ellos, el quinteto (también caían por allí Ángel y Fredo) arrancaba de nuevo.
Y,
tras salir del sombreado sendero, y rodear San Feliz, el plano espacio-tiempo
se doblaba de nuevo, hundiéndonos en una curvatura paraboloide que bloqueaba nuestros
sentidos y nuestros cuentakilometros, clavados de en un solo y temeroso dígito,
ahora no sé si era un cuatro o un cinco…Ay.
Se ascendía en dirección a
Brañaverniza…otra hora de ascenso, esta vez bajo un buen sol otoñal (…qué
otoñal ni qué narices, sudábamos como jabalís acosados…) y llevábamos ya cuatro
horas de ruta…unos 20 kilómetros recorridos.
A estas alturas del día, con los
estómagos rugiendo como leones en celo, la senda pasaba cerca de Trevías, y el
espabilado Blas, que huele los chigres a distancia, nos condujo hacia él primer
mesón que encontró, desoyendo las amenazas de Marín, que nada pudo hacer ante
la hambrienta estampida. Tras el inesperado motín, y una vez terminados los
cafes, Marín, paladín de las senderos perdidos, recalculaba la ruta de nuevo,
obligándonos a volver sobre nuestros pasos y cruzar por segunda vez el puente
colgante del Esva y afrontar una repentina subida por Llendecastillo y Bahinas
que nos conduciría hasta el Llano de Canero.
El cronómetro totalizaba ya seis horas de trayectoria, verificando oportunamente la teoría de Minkowski, aquella que dice que…pónganme voz atiplada y declamen:… “el tiempo y el espacio no son entidades separadas sino variables íntimamente ligadas en el espacio de cuatro dimensiones…” ahí le has dado Hermann (su nombre de pila)…era esa...la cuarta dimensión, la que nos estaba causando estragos…(el tiempo, lelos...)
Como sería el ambiente reinante que hasta el cambio trasero del cabecilla quiso abandonarle, teniendo que acudir toda la comitiva en pleno a convencerlo de lo contrario. (también quisimos convencer al Marín de recortar la ruta...pero no hubo forma…).
Con un retraso considerable sobre todas las teorías propuestas, se decidió atacar directamente al cabo Busto y luego retornar por su faro hacia Canero.
Alternativa que realizamos todos mmmmenos algunos inadaptados…el electrógeno entre ellos, que atajarían hacia la atalaya, ahorrándose unos tristes hectómetros.
Reunidos de nuevo, descenderíamos hasta la regodonal playa de Cuevas, y de esta, en franca subida, por supuesto, que la ruta era de quien era, hacía los vehículos y el consiguiente cañón de cerveza.
Se demostraban entonces todas y cada una de las hipotesis de nuestros ilustres matemáticos, sobre todo una de el profesor Einstein…aquella que decía…”desde que los matemáticos han invadido mi teoría…ni yo mismo la entiendo…”
Se demostraban entonces todas y cada una de las hipotesis de nuestros ilustres matemáticos, sobre todo una de el profesor Einstein…aquella que decía…”desde que los matemáticos han invadido mi teoría…ni yo mismo la entiendo…”
Pues eso, Pepe, nosotros tampoco entenderemos nunca cómo encuentras estos senderos tan impresionantes y empinados, pero te seguiremos siempre a pies juntillas…aún cuando nos retuerzas los concepto de tiempo y espacio, y nos obligues a llevar bocadillos a rutas de sólo 45 kilometros!!!.
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