Dixitque Deus: “Fiat lux”. Et facta est lux,
(Libro de gënesis, cap. 1) y llegó la luz por fin, y con ella, el calor, el
sudor en el rostro, la alegría,

Y llegó la luz, no tras meses de tinieblas, si no de agua, de lluvias incesantes que anegaron los caminos, los prados y los rodamientos de alguna bicicleta.
Pues así como al pobre Noe le tocó lidiar con aquellos cuarenta días y cuarenta noches de agua ("Adhuc enim et post dies septem ego pluam super terram quadraginta diebus et quadraginta noctibus et delebo omnem substantiam, quam feci, de superficie terrae”, Génesis, el 7), por estos lares no le anduvimos a la zaga y nos marcamos unos buenos 62 días colmados de persistentes y tenaces aguaceros…en lo que va de año!!!
Docena y media de jinetes fueron esta vez los afortunados en disfrutar de una jornada soleada y calurosa, entre los cuales, se encontraba una joven ciclista recogida por la zona de Deva y convencida por el siempre amable Modesto para acompañarnos en nuestra sencilla excursión, inocente ella.
Dado el estado
de la flora vegetal, radiante de salud y vitalidad, fue algo normal que los
pinchazos atrasaran algo nuestro avance: hasta tres veces hubimos de detenernos
para reparar los ojales de nuestras ruedas. Dos de ellas causadas por los
afilados pinchos silvestres y la tercera por un contundente y recio zapatazo
del joven Saúl, también rebosante de vitalidad y alegría, que, de certera y
bien dirigida coz, cercenaba la frágil válvula frontal de Guzmán; un poco más arriba y al de la perilla le cambia la voz.
Y los caminos seguían ascendiendo, entre prados y bardiales, entre vacas y potrancos.
Fue por aquella zona donde se afrontaba al temido repecho pedregoso, sendero imposible por inclinación y dificultad, con un comienzo empinado que sólo los más atrevidos y avezados intentan superar, aun a riesgo de su integridad física.
Pero hete aquí que las nuevas tecnologías, armas del diablo, permiten guardar esos trances complicados que preferiríamos no protagonizar. ¡Ah!, qué momento para que al rojizo normando le entrara la tos…o la disentería, o ambas a la vez. Pero no, allí estaba, pletórico de energía y reflejos para inmortalizar al caído, pero dicho está: “Mea est ultio, et ego retribuam in tempore”, o sea que la próxima, llevo yo la cámara…
Pero hete aquí que las nuevas tecnologías, armas del diablo, permiten guardar esos trances complicados que preferiríamos no protagonizar. ¡Ah!, qué momento para que al rojizo normando le entrara la tos…o la disentería, o ambas a la vez. Pero no, allí estaba, pletórico de energía y reflejos para inmortalizar al caído, pero dicho está: “Mea est ultio, et ego retribuam in tempore”, o sea que la próxima, llevo yo la cámara…

El camino nos llevaría, ya sin muchos disgustos, a las alturas del cruce de Cuatro Jueces, y de allí, en rabioso descenso, cada uno por donde su montura quería, al lavadero de Rioseco. Unos instantes de descanso y se retomaba la marcha, por caminos ya trillados, hacia la senda de
Y para poco más
dio la jornada; monturas embarradas de nuevo, arañazos por doquier, alguno más
que otros, y un suave tono rojizo sobre los pellejos de los participantes, que
ocasionaría pequeñas observaciones conyugales.
En resumen, una perfecta jornada de bicicleta con buen tiempo, mejor compañía y un más que digno sartenazo que nos llevamos para casa.
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