Parque de Noreña, sábado, 09:30 de la mañana, amenaza orballo, y hay algo de relente, pero se aguanta o se intenta, que alguno parece un erizo, y no por el olor. Allí estábamos media Travesía Cantábrica mas algunos aparecidos: las fuerzas mineras, Javier, Blue, el imberbe Héctor, ya con bigote sombreado, el lisiado Vicente,y el impávido Madrazo. Al poco, megáfono chacinero por delante, el mariscal Pachu, rebollín adoptado, vocea las últimas instrucciones y da comienzo la ruta. El temprano discurrir, por terreno urbano, se hace largo, pero tras el cruce con la general, ya se pisa grijo. Como es habitual, aunque no es una competición, algunos clavan espuelas y por delante se acelera a ritmo carretero...adiooos.... A cola de pelotón empiezan, temprano, a caer los averiados; cadenas, algún pinchazo y un cambio de vuelta y media, reclaman atención mecánica.
La zona combina senderos en rápido descenso con empinadas trialeras de piedra húmeda que comprueban a cada paso el equilibrio y la cabezonería de los ciclistas...-“pues yo por aquí subo...AY!”. En breves minutos se pierde referencia de las unidades de vanguardia, solo los walkies mantienen de momento la conexión...-”¿donde andaaais...??”...-”bajaaando para
Una vez en Noreña, cruzamos saludos con el mariscal, de camino a su morada o escapando de un linchamiento popular, que no estaba claro y pedaleamos para llegar a línea de meta, donde, Rebollinos otra vez por medio, fuimos obsequiados con exfelentisimo (es que se me hace la boca agua...) bollo preñado y tómbola de regalos, en los que algunas muy buenas personas, mejores ciclistas y perfectos amigos fueron muy...muy afortunados...con…¡¡un jamón!!, que no tengo duda compartirán con estos sus fieles admiradores ( del jamón...).
A partir de aquí, el pelotón zaguero apretaba culottes e iniciaba una carrera contra-reloj, para, en el plazo de 15 minutos, lavar la bici y pillar ducha...cosa que cumplieron con creces todos los componentes del equipo, incluso alguno lograba echarse colonia fina antes de que lo expulsaran del polideportivo.
Y como todo buen evento deportivo que se precie, la ruta finalizó con una comida de confraternización Rebollines-Pelayos, en el restaurante de tan buen recuerdo del año pasado, donde entre familia, sidra, fabada, cordero y más sidra, dimos por finalizada la jornada.
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