“¡¡¡ME TIRA DE LOS FONDILLOS!!”…exclamó
el cardenal Peinador, mirando contrariado a su alfayate personal, mientras este intentaba abarcar con el fajín púrpura el prominente abdomen de su excelencia….
¡¡¡EL FAJÍN DEBE SER AZUL, NO ROSA…!!!
En un sillón apartado, mientras tanto, el pater R. Patricio Calvón, asistente de su señoría, también entrado en carnes y de rala y canosa barba, revisaba cuidadosamente los documentos de un cartapacio. Sobre la mesa, dispuesta en un lateral de la estancia, unas cuantas bandejas mostraban algunas migajas, restos del almuerzo que los dos prebostes habían consumido hacia pocos minutos, un pichel con algo de vino y
dos vasos completaban el bodegón. El cardenal giró hacia su asistente, haciendo trastabillear al sastre…
-“¿Hermano Patricio, hemos tenido noticias ya de la Cruzada?”-“En eso estamos, eminencia, he mandado recado de traer al informante a nuestra presencia, y no creo que tarde mucho…” Justo en ese momento, unos discretos golpes sobre la puerta delataron la presencia de dos alguaciles que sujetaban a un joven soldado. Este, que a duras penas se sostenía, aparecía exhausto y demacrado, con el jubón lleno de cortes y desgarros, con arañazos y magullones por la piel, siendo la viva imagen de la derrota. Los dos religiosos contemplaron el estado
del infeliz, y dejaron que se recuperara mientras reclamaban a un sirviente allí dispuesto una nueva jarra de vino.
En cuanto el infante recuperó el aliento, los alguaciles lo sentaron en un escaño, retirándose a continuación.
-"¿Cuál es vuestro nombre, hijo?" Inquirió el alto clérigo.
-“Rubén Recto por los Aires de Castilla, su eminencia”. Contestó el joven, con la voz tomada
-“Bien, os hemos hecho traer para que tengáis a bien el relatarnos algunos aspectos de la Cruzada que no nos han quedado muy claros. Atento a vuestras palabras, el padre Calvón tomará buena nota de las mismas. Ahora, contarnos…contarnos…” animó el prelado mientras el otro religioso mojaba una pluma de pato en el tintero, a la vez que se servía una copa del vino recién llegado….
-“Una encerrona eminencia, una encerrona…eso es lo que fue…”respondió el barbado mancebo, escondiendo su pelada cabeza entre las manos, mientras un sollozo ascendía por su garganta…¡¡¡aaayyyyy…!!!!
-“Tranquilo hijo…tranquilo…seguir hablando…”-“Pues bien, como vos sabréis, la cruzada rondaría tierras castellanas, tomando como base de las operaciones la villa de Lillo. A este lugar llegamos el viernes mismo, la mayor parte de nuestros caballeros, aunque algunos se incorporarían al día siguiente. Así, los capitanes Echevarría y Don Felix, junto al teniente Moris de La Pola y los soldados Blas, Trapote, Mulero, Guardado, Margarido, De la Mancha y un servidor nos reunimos en la posada para pasar la noche.”Al oír los primeros nombres, no pasó desapercibida para el joven soldado la mirada cruzada entre el cardenal y su secretario… ¿qué significarían esos gestos…???
-“Pasamos la noche en calma, si bien algunos no conciliamos el sueño debido a los ruidos digestivos de nuestros compañeros de habitación”
... -"Ya, ya…nos han informado de que la cena en la posada fue copiosa y contundente…¿no fue así? ..."
El joven paje estaba sorprendido ¿cómo podría saber tanto el cardenal…quién le habría informado?…, resolvió seguir, evitando los detalles escabrosos…
-“El sábado amaneció fresco y diáfano, el sol iluminaba de refilón las montañas que nos acompañarían en nuestra cruzada y el olor a trigo fresco animaba nuestros sentidos. Esa mañana se incorporaron al destacamento los Srs Juan Doscastaños, Jorge Álvarez, Rendueles y De la Vega, entre otros. Partimos de la zona conocida como La Raya y después de cabalgar por las cercanías del Lago Ausente, dimos en llegar a la laguna de Isoba, junto al pueblo de igual nombre. En esta zona, las primeras escaramuzas tuvieron lugar, para desgracia del teniente Morís, ya que, después de sufrir en su montura las durezas del camino, la mala noche o los excesos de la semana anterior, estando de permiso, ocasionaron que padeciera una feroz flojera intestinal, sendde tal forma que ni el ganado de la zona osaba acercarse a sus dominios. Ni siquiera con la ayuda de don Briansó se logró contener las ansias abonadoras del pobre teniente. Visto el estado del mismo, en una dura decisión, se resolvió abandonarlo en el monte. Por suerte para él, a los pocas leguas, cuando desfallecido arrastraba sus huesos por la zona de Pinzón, fue recogido por el castizo don Antonio, del Tercio Madrileño, que lo devolvería sano y salvo a los Cuarteles de Lillo, previo paso por la villa de Bezanes, donde ambos pudieron disfrutar de las delicias locales…
A la par, el resto de las fuerzas ascendían una durísima y pedregosa rampa, alternada con senderos acotollados que rascaban nuestras calzas y piernas.”
El ruido del caldo vertiéndose sobre un vaso distrajo al bisoño soldado, que vio como el amanuense Calvón llenaba su copa de nuevo…
-“Al final de esta etapa, la vanguardia de las tropas reposaba ya en inicio del camino de Wamba, en la espera de los soldados Trapote, Blas y yo mismo, que a la sazón, estábamos ayudando al primero de los citados a herrar de nuevo su yegua prestada, algo vieja ya, la cual adolecía un poco de ambos cuartos.”
El joven militar, tomó aliento y se dispuso a seguir, En este momento, la locución fue interrumpida por la entrada en la sala del capitán de La Guardia, que, cruzando raudo la habitación acercose al cardenal y con voz queda susurró algo en su oído. El infante, no pudo por menos que escuchar retazos de la conversación….
…-… ¿Y decís que no han hablado todavía…?
-“No Eminencia, niegan haber desertado y mucho menos huido de la Cruzada, aunque mis hombres los atraparon lejos de sus tropas, creemos que son oficiales…”
-“¿Sabemos ya sus nombres?”
-“Tampoco los dicen, es más, uno de ellos sostiene que no se acuerda, creemos que este individuo puede ser un poco morisco por la perilla que ostenta…pero les queda poco de aguante…el tercero, de poco pelo, bien podría ser espía de los infieles”
-“Bien…bien, continuad vuestro trabajo hasta aclarar la filiación de los reos…y avisarme de cualquier cambio”
El bisoño recluta no pudo por menos que preguntarse quienes serían aquellos infelices… ¿pertenecerían, quizás, a ellos, los gritos y gemidos, acompañados del restallar seco y duro del látigo, que había escuchado durante su camino…??? , resolvió continua
r…
-“Desde equí, una vez reagrupados, la feroz subida hacia las alturas de Collada Acebal ocasionaría no pocos desmayos, toda vez que el sol caía con especial dureza sobre aquellos caminos, sin compasión alguna hacia los jinetes.”
-“Tras descender por unos pérfidas y empinadas trochas, que ocasionarían alguna que otra costalada, como la sufrida por una doncella Lusitana, ya hollaríamos tierras conocidas: la majada de Mericuerna y posteriormente, el descenso a la Vega de Brañagallones, de donde, tras saludar al real posadero Don Cesar, que nos animó con toda clase de epítetos, dimos bien en continuar la fuerte bajada al pueblo de Bezanes, adelantando a calesas que por allí molestaban. Ya en el fondo del valle, tras unos momentos de confraternización en la tasca local y un descanso en la pradería, unos carruajes nos trasladaron a hombres y monturas de nuevo a las posadas donde disfrutar del merecido descanso”.
-“¿Llegaron todos los efectivos a esta aldea de Bezanes…?... intervino con oculta intención el supremo.
¿cómo contestar a esta pregunta?, el sudor brotaba de las manos del recluta como si tuviera un caño entre ellas…
“…---…eeehhh, no , monseñor, como ya he relatado, el Sr. Morís tuvo que ser retirado de la campaña por su frágil estado de salud…”-“¿alguien mas?,...recordar que estáis en presencia de un representante eclesiástico…"(el novato sentía como la humedad dentro de sus calzones iba en aumento…)
“…-…bueeno, puede que Don Blas Cuernavaca tu-tu-tuviera que retirarse también, por las fiebres contraídas en su viaje al Nuevo Mundo, pero no recuerdo a nadie más...su ilustrísima…” De nuevo la intrusión del capitán de las mazmorras rompió el silencio que se ceñía s
obre el infeliz.
“…-…Eminencia, creemos que uno de ellos es oficial…”“…-… ¿ha confesado su filiación ya…???”-"No, pero sus ropas y fisonomía así lo parecen demostrar, el tono de su piel, rosada y lampiña no es el de un simple soldado, además su prosa es envolvente y mareante, a uno de mis oficiales le ha vendido una bacinilla usada…"“---No me molestéis con detalles, seguir con los azotes, quiero saberlo todo de esos desertores…”-“Hermano Calvón… ¿estáis tomando nota de todo…???”El aludido asintió, levantando los ojos enrojecidos, a la vez que mojaba la pluma de oca en el vaso de vino…
-“Continuar hijo, estabais ya llegando al lugar de acuartelamiento, en Puebla de Lillo, ¿no es así...?” -“Si, Padre, una vez nos aseamos y reunimos con el resto del tercio, acudimos a cenar, las deliciosas viandas que, como la noche anterior, nos habían preparado las cocineras de la posada. Allí, entre vaso y tenedor, comentamos los acaeceres de la jornada y nos deseamos lo mejor para la siguiente que sería, si cabe, mas dura y exigente para nuestras monturas. Al término de la cena unos pocos caballeros disfrutaron de la noche y de las bebidas de una cantina cercana, retirándose a sus aposentos un poco más tarde que el resto. Hacia algo de viento aquella noche, lo que alejaba los efluvios estomacales de algún barbado caballero.”
Un ruido sobresaltó al joven en ese instante, el escriba acababa de derramar parte del morapio sobre los escritos, y echaba polvos secantes sobre ellos, mientras hipaba fina
m
ente.
-“El amanecer del domingo fue fresco pero de cielos claros. Una vez avituallados y pertrechados, nos dirigimos al lugar de reunión de las tropas, la Plaza Mayor, de donde partimos al poco. Para esta jornada contábamos con los refuerzos de Don Ángel Víctor, recién sanado de unas fiebres etílicas. Partimos con rumbo Sur hacia el pueblo de Redipollos, por caminos en buen estado y, a continuación, ya ascendiendo, no dirigimos hacia el urbe de Solle… El terreno asemejaba un desierto tunecino, las polvaredas que levantaban nuestras monturas, hacia que tragáramos polvo en vez de aire. El calor era, ya en aquellas primeras horas, extremo en demasía. En vanguardia trotaban los caballeros De la Vega y Rendueles, acompañados del Sr. Mulero y Jorge, por detrás sufríamos de nuevo la baja de Morís de la Pola, nuevamente aquejado de flaquezas estomacales, y en la zona conocida como Prao El Molino, la del cabo Trapote y el soldado Blas, por desfallecimiento de sus monturas."“-Una lástima que tan renombrados caballeros abandonarán la expedición…tomad buena nota de ello hermano”… dictó Peinador mientras el escriba intentaba, sin éxito y con la lengua por fuera de la boca, escribir en la manga de su sotana…
-"Endesde aquí se iniciaba el ascenso del valle Bustil, señor, tal era su dureza que la mayor parte de los jinetes hicieron la legua y media que duraba, a pie, arrastrando a duras penas sus corceles. Ni el riachuelo que corría a la vera de la senda, ni los pocos árboles que regalaban su sombra, eran suficientes para paliar el esfuerzo a que se sometieron los soldados. Alcanzada la cumbre de aquella serranía, habitada por una manada de hermosos equinos, el camino seguía por senderos de afiladas piedras. En una de estas hallamos al trabado hidalgo Don Morcín de la Mina, que amablemente nos indicó otro camino a seguir, en vez del habitual, ya muy deteriorado. Esta nueva senda, toda ella en descenso, se antojó muy complicada por las grandes piedras y charqueras que la habitaban."El ruido de una jarra golpeando el suelo sobresalto al jovén, que con el rabillo del ojo vislumbró al pasante secando la mesa con el hábito empapado…
-“Al término de la misma,y tras el paso de un arroyo, nos reunimos con algunos compañeros de cruzada: el zapador Angel Victor, doliente de un hombre desencajado, y el matritense Don José María, extrañado de nuestra aparición. Poco antes yo mismo había sufrido en mis carnes la rudeza del camino, cuando a galope tendido, mi montura topo con un alambre allí mal puesto, yendo a dar con mis tristes huesos en suelo, mientras que mi jaca volaba por los aires…todavía me duele aquí…!AY!". -" A partir de aquí, caminos ya más fáciles y entre pinedos, nos devolverían a la seguridad de nuestro cuartel, donde poder reposar y asearnos convenientemente. Una vez reunidos con nuestros hermanos de campaña, fuimos obsequiados con una comida de hermandad que degustamos con fruición, tal era nuestra necesidad, y con la entrega de unos presentes, dimos por buena la finalización de esta dura y calurosa cruzada”…finalizó, exhausto el bisoño mozo…
-“ Bien soldado Rectos, vuestra declaración de los hechos coincide más o menos con lo ya sabido por esta sala. Podéis retiraros, y espero veros de nuevo, con el uniforme reglamentario, por supuesto, no con estos trapos que ahora lucís…,Volver a vuestras obligaciones castrenses.”
El quinto hizo lo propio, no sin antes observar como el secretario resbalaba por la silla hasta desaparecer debajo de la mesa, roncando estrepitosamente, y llevádose en su caida toda la vajilla......
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...frío y humedad acompañaban al cardenal en su descenso hacia las mazmorras; las escaleras, sucias y gastadas, traían a este, recuerdos de sus tiempos de inquisidor. Precedido por el Alguacil Mayor, y mientras este agitaba continuamente la antorcha para mantener a distancia a las ratas que pululaban por los pasillos, el prelado recordaba las palabras de este hacia poco: -"Han confesado, eminencia, ya sabemos sus nombres…” El alguacil abrió la gruesa puerta de roble tachonada de clavos y con la antorcha aún en alto, descubrió los tres cautivos al alto dignatario…
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