Tiene esta duodécima Vuelta al Concejo un sabor especial, con todos esos cambios que, a la vista del número de participantes, parece que la hicieron más atractiva para los bikers de todo el mundo (había uno que hablaba raro, creo que no era español).
Por un lado, el cambio drástico en el recorrido (conservando las playas, eso sí) que nos hizo pisar por primera vez los concejos de Villaviciosa y Sariego. Los de cabeza quizá no los pisaron, pero puedo asegurar que los de cola los pisamos, y bastante. esto me recuerda los consejos de la Dirección General de Tráfico, que recomiendan bajarse y caminar cada dos horas de conducción.
Por otro lado, la reducción de kilómetros, que parece que animó a muchos que consideraban que 90 Km son demasiados. En realidad la rebaja fué fruto de la necesidad, ya que la continuación del Picu el Sol que había prevista endurecía la marcha demasiado para lo que es una ruta de estas características. De todos modos, que nadie se haga muchas ilusiones, ya que posiblemente esa parte la incluyamos el próximo año.
Otro cambio se produjo en la alimentación, con muchas novedades: los plátanos estaban curvados hacia la derecha, en vez de a la izquierda. Los bocatas eran de queso y jamón, en vez de jamón y queso. Había bebida de color azul que sabía a gominola, aunque a algunos les tocó de color amarillo que sabía a bebida de color amarillo, en ambos casos isotónica (yo llevaba a título personal una pócima de color rojo, que parecía hecha con sangre de gamusino cibernauta). Finalmente, para los guías había daikiris y caipirinhas energéticas (¿que a tí no te dieron? ah, es que los deportistas no deben beber alcohol).
El último cambio consistió en que el paseo triunfal por las calles de Gijón no se produjo por el paseo del Muro (o sea, por la playa), lo que ahorró a los participantes casados el riesgo de bronca de su pareja por embobarse mirando bikinis, aunque nos dejó un poco desilusionados a los solteros.
Lo que sí se mantuvo como en años anteriores fué la escasez de averías, de caídas y de participantes femeninas ( ¡ oooooh ! ), aunque estas últimas hicieron más agradable la marcha a los que circulamos en la clase turista (los que no tenemos prisa y podemos pararnos a hacer una foto sin miedo a estropear la media -de velocidad-).
Y el año que viene, más.
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