Cuanto sufrimiento a cola del pelotón, y los de cabeza sin enterarse de nada.
En la ruta de Deva me gané, por derecho propio (ya tengo la plaza fija), el honor de ir a cola del grupo en las subidas, animando a los que, por las puñaladas de la vida, eran a su vez abandonados por sus propias fuerzas. En un momento dado, me sentí como el "Tío del Mazo", ese que, cuando te alcanza, te anima a enseñar todas esas expresiones faciales relacionadas con el sufrimiento.
Muchos factores se dan cita para hacer a un esforzado biker morder el polvo: pendientes largas y pronunciadas, barro, calor y, sobre todo, la falta de entrenamiento. Como decía una vieja leyenda del BTT ante unas cervezas esa misma tarde, esta ruta tenía muchas subidas y pocas bajadas...
Y como dice el refrán "a perro flaco, todo son pulgas", al circular por el valle de Rioseco, coincidiendo con la noticia de Radio Abuelita de que los primeros habían llegado a la meta, me ví obsequiado con un hermoso tirón en el cuádriceps derecho (el primero que recuerdo en toda mi vida), que me hizo bailar la yenka durante un par de minutos.
El Correcaminos