JORNADA
PRIMERA
Suena una música al fondo del
oscuro local donde se encuentran nuestros protagonistas. Es este un grupo reducido
de varones de mediana edad que zascandilean alrededor de un tonel con copones de vino en la mano.
En la barra
de la cantina una buena moza de rubia trenza atiende las mesas con descaro y
atrae las miradas de la cordada de maromos, que sueltan risas nerviosas
mientras brindan entre sí.
Faroles de poca luz difuminan las formas del antro
que está a medio llenar de clientela cuando hace su entrada a escena el
caballero Zarate, nervioso sesentón y riojano de pura cepa garnacha.
Trae consigo una misiva misteriosa que muestra
al resto de individuos, se le nota preocupado…su copa está vacía...
Don Ángel .-
“Camaradas, Compañeros…
cierto problema tenemos!!!
El más alto
de ellos, también de la provincia vitícola y que atiende por Gordejuela, coge
el billete, dispuesto, y lee con cierta dificultad…
Don Félix.-“Nosh
hemosssh… quedado traspuestosss…
Acudid rápido,
hermanos...¡¡prestosss!!…”
Chasquea los
labios Gordejuela a la vez que sirve otra ronda de tintos de la botella clavada
a su diestra.
La nota refiere de los
infantes Marín y Barquín, perdidos en los altos de Altube por mor de una avería
en su calesa, que los ha dejado negros y engrasados a más no poder. Por lo
visto, están abandonados y sin alternativas de transporte en la montaña.
Todos
se quedan mirando…a la mesonera…, cuya coleta los mantiene en estado
catatónico.
Tras unos momentos de duda y comezón (comezón por el estado de los
compañeros infortunados y duda entre pedir otra botella de caldo o no) se
decide que Zárate, que dispone de útil de transporte se desplace a la zona y
que sea vigilado por el boticario don Rafael, por si hubiera necesidad de otras
atenciones y menesteres.
Vanse los citados por el fondo como ratón que
persigue el gato, que ya es tarde y los dos solitarios están abandonados a su
suerte en medio de la fría noche…los remanentes, libres de obligaciones, se
aprestan a conseguir otra botella de vinum de la feliz cantinera y proseguir la
charla.
Todavía
restarán unas cuantas horas para que se reúnan de nuevo hombres y máquinas…la
posada está lejos…hay que atravesar media ciudad Jarrense con todos sus peligros…
JORNADA SEGUNDA
Esta fresca la mañana
fresca y húmeda como rana
pero peor está alguno
que casi no llega ni al desayuno
Los semblantes en el almuerzo son de poema…de
poema de miedo que parece que estamos de
difuntos: ojeras oscurecidas, voces
enronquecidas, caminares desfallecidos y así. Con todo, las viandas
ayudan a mejorar el ánimo y el viento disipa un poco las nubes, lo que anima un
poco a las huestes.
Ya está
completa la escuadra: los anfitriones Zarate y Gordejuela, los siniestrados
Marín y Barquín, los turísticos Guzmán y Lorente, que se han venido recorriendo media
Cordillera Cantábrica, el docto Venta, el mercantil Echevarría, don Moya y los
tranquilos Paulino y De la Mancha, que siguen desayunando.
Se levanta
el líder de ruta, Don José y Marín de Barcaizteguí, cincuentón sobrado pero aún
rumboso, coloca brazos en jarras, mira al tendido y, tras aclararse un poco la
garganta con medio donuts y una café, declama ufano con voz enérgica y entonada…:
Ahora que
estamos solos (pues nadie más había)
Escucharme
pues muy atentos ¡LELOS!
Que ya es
hora de partir y necesito que estéis despiertos
No la
vayamos a liar con tanta algarabía.
La ruta de
hoy es llana, es llana y hacía arriba
Que no conozco
yo senda alguna que no sea positiva (murmullos de desaprobación…)
Comencemos ya
tranquilos, no corráis ni destaquéis
Guardad
vuestra fuerzas, queridos, ya os agotareis…después…(quejidos y ayes….)
Pueblos lindos
y lustrosos nos aguardan, nos acechan…
Haro, Ollauri,
Briones, San Vicente de la Sonsierra
Viñedos, embutidos, bodegas, allí delante nos
esperan (aplausos y vítores)))
Siempre en
dirección al Norte, al baluarte de la sierra
Asín que de
vosotros espero y aguardo
(Mientras me ajusto
un poco el leotardo)
Furia, alegría, tesón, firmeza
Vigor, coraje,
poderío y ¡vehemencia!,
Y ahora, una
vez dicho esto
Traedme rápido
el desengrasante
Que quitarme
el aceite no puedo
Ni de las
piernas ni del rumiante
Y un buen
rato después de lavar a conciencia a los dos jinetes y a sus monturas,
engrasadas hasta la saciedad, partieron pues los once donceles y sus once
corceles, (no sin antes rescatar al norteño Barquin del embrujo de la gentil
hostelera) fuertemente pertrechados, en dirección al Toloño y su sierra, pues
ese era el objetivo.
El camino
discurría plácidamente por caminos de concentración parcelaria, y tierras de
vides y regadíos, que el Ebro acompañaba a los ruteros con sus vueltas y revueltas. Y como la ruta era turística, se pasó por los pueblos citados, por sus iglesias: (por todas sus iglesias, que de eso se encargaba don Félix…) Iglesia del Salvador, Nuestras Sra. De la Asunción, Ermita del Cristo de los Remedios, Santa María la Mayor, Iglesias de San Miguel, de La Concepción…etc..etc… y por sus castillos…Ollauri, Briones,
San Vicente, con su macizo puente medieval y las ruinas de su fortaleza…con su
subidita empedrada…carayo…y con sus vistas sobre los meandros del Ebro.
A partir de San
Vicente, las cosas se ponían serias, los viñedos iban desapareciendo poco a
poco y llegando a Rivas de Tereso, dejaban paso a bosques de encinas, y estos a
su vez a pinares y algún alcornoque (si, en la grupeta también iba alguno…).
La
pendiente comenzaba a ser francamente positiva, y el Toloño ese ya se presentaba
ante nosotros sin ningún rubor…
Por cierto
que el tal Toloño, Tulonio en celta, es
primo hermano del famoso Tutatis…si, si el de los irreductibles galos, mira tú
por donde y se alza a unos buenos 1271 metros sobre el nivel de mar. Forma
parte de la sierra del mismo nombre y aunque pudiera parecer cercano, lo cierto
es que hay que ascender con ganas…con muchas ganas o con motor eléctrico, dado el caso
que nos avergüenza a todos y que padecemos en esta Santa Hermandad desde hace
algún tiempo.
En aquellos
momentos, el calor ya apretaba las costuras a más de uno y eso, unido a las exigentes y duras
rampas, con porcentajes de ascensión que superaban en muy mucho a los de un
buen caldo,(digamos que se acercaban mas a los de un buen Pacharán), hacía que
el avance fuera pero que muy dificultoso: 15 kilómetros de larga y áspera
subida, por terrenos pedregosos y abruptos que se convertirían en bosques
atlánticos una vez cruzábamos el lindero hacia Álava.
El caso es
que, llegados ya a la cima, y tras algunos momentos de titubeo, la cercanía a
la peña obnubilaba
el buen juicio del maestro Barcaiztegui, que como buen maño es porfiado obstinado a más no poder, y ciego en su marcha, llevaríanos
hacia la cara Sur de la Sierra, en vez de rodear la misma por su suave parte Norte.
Fueron
momentos angustiosos, el camino se convertía, de repente, en un despeñadero sin
salida, con final posiblemente dramático si no fuera porque la razón volviole
al maño obligándonos a girar grupas y desandar lo andado.
Y ascender entre
graveras y canchales de una inclinación excesiva con monturas de más de arroba
y media es harto duro y peliagudo. Baste decir que algunos dejaron hasta las
uñas de los pies en su intento de ascender lo más rápido posible, evitando el precipicio
y ocasional despeñe.
Marín, por
otro lado, expiaba su culpa al ser el que más había descendido, con la
consiguiente subida en solitario, mientras el resto de la escuadra retomaba
alientos en lo alto.
Una vez
tranquilizados los ánimos y los corazones, el buen camino nos conducía al sorprendente
monasterio de Santa Maria de Toloño, construido en el siglo IX y cuyas ruinas
aún impresionan, restos de lo que fue un
monasterio y ermita de monjes jerónimos, empecinados en mantener allí arriba
una colonia de frailes.
Pero el
tiempo apremiaba, las horas se consumían y quedaba todavía ruta que recorrer.
El descenso de la sierra era de forma abrupta: toda la altura que había costado
litros y litros de sudor (que hacía mucho calor!!!), se perdía rápidamente.
Una
pendiente del 20% poblada de guiiiiiiiiiiijo y de gravilla (….) haría las
delicias de don Moya y la pesadumbre
del resto, obligados a descender de forma calma y cautelosa, por miedo a
posteriores reprimendas en sus cuarteles.
El empinado
sendero finalizaba en Labastida (iglesia de Nuestra Señora de la Asunción…), y
el camino se convertía en senda fluvial, acompañando al Ebro hasta Briñas,
desde donde ya se vislumbraba Haro.
La ruta programada nos desviaba entonces
hasta San Felices , conocida población donde a finales de Junio, se riega a
todo quisque con vino, peleón, eso sí, pero vino al fin y al cabo.
El caso era,
a estas alturas, que los cuerpos ya estaban un poco cansinos, que el sólido Guzmán llevaba ya un buen rato fugando aire por su rueda trasera y que todos
sabíamos que nos esperaba una buena merendola en la bodega del primo de Zárate,
que para algo habían asediado la zona él mismo, Echevarría y el boticario don Rafael la
mañana del viernes, visitando viñedos, queserías y asadurias de pimientos.
Por
lo que tras un debate inexistente, se decidió recortar la ruta y dirigirnos
directamente hacía Villaba, mientras el del pinchazo y Joaquín tomaban carruaje
en Haro.
¡¡Nunca se
fue tan rápido en toda la jornada!!!: si existe algo que estimula un Pelayo es
el olor a pitanza o simplemente la promesa de la misma!!!.
En un santiamén nos
presentábamos en Villalba, donde nos recibía Leandro, sufrido primo de Don Zarate,
que nos mostraba orgulloso su bodega y el proceso de la misma.
Y a
merendar!!!: Embutidos de jabalí, queso de la zona, pimientos, buen vino, y
mejor charla, hizo que se nos olvidara hasta de dónde veníamos.
Y así se nos
iba la tarde, entre vaso y vaso y tiento al chorizo, el día se convertía en
noche, así que tras despedirnos de Leandro y Jose Daniel, reemprendimos la
marcha con cierta fluidez, quedaban ocho kilómetros de vides y caminos.
Durante un buen trecho, Joaquín, Guzmán y su vehículo quisieron acompañarnos
para espantar las tinieblas, pero pronto nos abandonaron por carreteras mejor
dispuestas.
Un paseo por el centro de Haro y llegada a la fonda para asearse y
disponerse; el tiempo apremiaba, pues había cena contratada en conocido
restaurante para disfrutar de un buen asado de cordero de la zona...de alguna zona lejana, que los únicos cuadrúpedos que vimos fueron una recua de pollines en las praderas de Ortava...
La velada
transcurriría tranquila, tras la cena, una buena sobremesa en algunos bares de
la zona, de la que pronto desertarían Joaquín, Marin, Pablo, Pau y Mancha,
mientras que el resto asolarían los locales de la zona, hasta horas más tardías…
(Se dice que desde entonces, en cierto local de copas, siguen buscando a un tal San Expédito...)
JORNADA
TERCERA
Si el
amanecer de ayer había sido cansino, en el de este domingo casi no se llega al desayuno, cerraba a las once
de la mañana…qué hora tan temprana.
Para rematar el fin de semana, nuestros
orgullosos anfitriones habían preparado una visita a una conocida bodega local,
y allá que nos fuimos, a disfrutar de las explicaciones y los caldos.
Tocaba
después comida en la hospedería y luego el más difícil todavía: envasar nueve
caballeros y ocho monturas en tres vehículos, ya que don Zárate se quedaba en
la zona a reponer nietos y Echevarría ya había escapada el sábado hacía su
morada leonesa.
Y de esta guisa se acaba una grande y feliz escapada
gracias a todos vosotros que nos hemos sentido queridos
don Ángel, don Félix, don Pepe!, nos sentimos agradecidos
por vuestro esfuerzo, vuestro tesón
vuestra paciencia y vuestra pasión.
...bueno y por vuestra paciencia, claro...
Pd. ¿repetimos el año que viene???