SEMANARIO DE LA CAMOCHA
Crónica de Sucesos
Se hace saber a todos los vecinos de esta parroquía que, en la mediatarde del sábado, después de una mañana solteña y calmosa, los vecinos de aqueste barrio de la Camocha, Don Ignacio de Martínez y su feliz esposa Doña Ester sufrieron el asalto de una cuadrilla de bandoleros, venidos de la serranía cercana. Los rufianes, de aspecto siniestro, -“serían una docena corta, venían como de trifulca, desmadejados y sangrando algunos por las piernas …incluso traían un zagal con ellos…”, barbados algunos, lampiños otros y sucios todos, de aspecto patibulario, con cachirulos sujetando sus grasientas guedejas, vistiendo cortas ropas y rasgados chapeos, invadieron los cuidados parterres de este vecino con sus monturas, a las que dejaron coceando en la entrada, ante la desolación de sus moradores. Una vez atemorizados estos, obligaronles a servir opíparas viandas, bajo cruel amenaza de comerse a sus animales domésticos, que inocentes ellos, pastaban por aquellos lares.
El bueno de don Ignacio, aunque siendo hombre ahigado, no tuvo mas remedio que exponer su bien repleta despensa de embutidos y otros manjares, (los cuales había repuesto recientemente de un viaje por tierras castellanas…), a la feroz avidez de los bandidos…y contra su voluntad, pero amedrentado por las fachas de aquellos escarramanes, avino en disponer a la mesa: Chorizo de Salamanca, Sidra del Menendez, embutido de la tierra, panes variados, papas fritas, vino Salmantiño…”hasta el aguardiente se me trasegaron los muy bellacos…" Las bandejas de fiambres desaparecían una tras otra, las jarras de buen caldo eran vaciadas sin sosiego y aquellos germanes no daban muestras de llenar sus buches. El pobre casero y su atribulada mujer veían disminuir sus reservas como por arte de birlibirloque.”...Trae mas víveres, que nos comen hasta los figos…”. Sin resuello, aquellos bandidos engullían una tras otra las provisiones del infeliz posadero, mientras hollaban sin respeto los hermosos jardines. Al fin, y menguados sin duda por los azumbres ingeridos, los bandoleros aflojaron sus calzones y comenzaron a contar historias y chanzas de sus acaeceres, algunos ya con la sinhueso algo floja…”y que no se iban los coindenados…”, tantas fueron las añaganzas vertidas que hasta el pobre Don Ignacio terció en acompañar a la feroz cuadrilla en sus jacarandas, ante el asombro de sus familiares.
Después de una larga y prolija parla, tal si fueran todos ellos hermanos de cuna, diose la voz de marcha por uno de los bravos…”aunque menudo de carnes, era fibroso...y todos hicieronle caso, oye…”, y consintieron en abandonar la propiedad, no sin antes amedrentar al desolado matrimonio…”dijeronme que igual volvien…y que prepararayos unes tortillas!!”. Y no se supo mas de ellos…creese que desaparecieron en la Sierra para preparar la su próxima fechoría. En La Camocha, a 2 de Noviembre del año del Señor MMIX